Jesús no vivió su servicio de cualquier modo. El aliviar sufrimiento del pueblo (Mt 4,23) y generar desde el Padre espacios de respiro y libertad (Mt 11,25 s.) no lo podía hacer desde la dinámica empecatada de este mundo. No lo podía hacer con “segundas intenciones”, intenciones de dominio, de relevancia, de exhibición…
Jesús pasa por la prueba. Es tentado por la dinámica mentirosa y criminal del mundo. Lo «diabólico» de nuestro mundo le presenta otro modo de estar en la vida: Al servicio, que supone “despojarse del manto”, “ceñirse la toalla” y “ser uno de tantos” desde abajo, se le opone la posibilidad mundana de ejercer el “servicio” desde el dominio y la imposición. En el fondo volvemos al dilema: Padre de Misericordia que sustenta desde sus entrañas de Misericordia nuestra vida en libertad o “dios amo dominador” que nos pide «sacrificios»
Pedro no entiende ni quiere entender el que su Señor este a los pies sirviendo. Pedro necesita a su Señor arriba como amo para que introyectando esta figura de divinidad-dominio ser él, a su vez, el amo de otros. La respuesta de Jesús es contundente: “no tienes que ver conmigo”. Pedro percibe que si deja lavar los pies por su Señor ya no le queda otra cosa que hacer en la vida más que lo mismo. “Vosotros me llamáis Maestro y Señor y con razón, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros…(Jn 13, 13-17)”. Pedro defendiendo a su Señor arriba como figura de dominio, defiende su legitimación para dominar a otros. Jesús revienta esta verticalidad. La divinidad no está arriba como dominio sino abajo como servicio.
El santo siervo Jesús precisamente porque ha configurado su vida desde el servicio y no desde el ser servido (“No os llamo esclavos sois mis amigos «Jn 15) entregará su vida, dará su vida, cederá su vida solidariamente para romper la estructura opresora de dominio. Esta entrega provoca sufrimiento solidario en Jesús, pero es el gran servicio que presta “por nosotros”. Nos da la posibilidad de vivir sin miedos a una divinidad tiránica y sin miedos a sus intermediarios. Aquí está emergiendo la Libertad del Evangelio. Esto es EUCARISTIA: Vida entregada
Nos libera para siempre de “el espíritu de esclavos que continuamente nos hace recaer en el temor” (Rom 8, 15). Desde el temor nuestra vida no crece ni fructifica. No podemos olvidar que el que devuelve el mismo talento que recibió es porque tenía miedo al Señor (“te tenía miedo” Lc19,21). Desde el miedo nos podemos pasar toda una vida como esclavos. Desde el miedo es imposible la Libertad. El amor hasta el extremo de Jesús nos hace para siempre amigos y amigas de Dios, nos posibilita compartir la mesa, la Eucaristía, en fraternidad porque él nos convoca, desmonta las relaciones verticales de dominio para que nos podamos reencontrar mirándonos a los ojos como hermanos.
Toni Catalá SJ