Lunes Santo

El relato del evangelio de este Lunes Santo (Jn 12,1-11) transcurre poco después de la resurrección de Lázaro, y antes de la Pascua: Jesús llega a cenar con Marta, María y Lázaro, sus amigos. Marta sirve la mesa y Lázaro cena con Jesús (como es la costumbre judía). Sin embargo, María hace algo muy inesperado. Sin una palabra, ella unge los pies de Jesús con un aceite perfumado carísimo. Con este acto de pura extravagancia, la casa se llena de una maravillosa fragancia.

Justo antes de la Pascua, el gesto excesivo de María hace saltar por los aires todo lo previsible en una mujer, reventando los convencionalismos, los lindes de lo establecido. ¿No es acaso esto lo que provoca siempre el Evangelio, ir más allá de lo razonable? Las reacciones no se hacen esperar, las murmuraciones, las críticas, las razones que buscan acallar y aplacar. Sólo si nos situamos desde la perspectiva de María lograremos percibir lo que en Jesús está a punto de acontecer. Su gesto excesivo es como una chispa del fuego que está a punto de prender en el gesto incontenible de Jesús de entregar la vida.