Le pediré al padre que os de… el Espíritu de la Verdad

Domingo 6º de Pascua – Ciclo A (Juan 14, 15 – 21)

La liturgia de este domingo nos sigue proponiendo la meditación del capítulo 14 del evangelio de San Juan, el discurso de despedida de Jesús, como preparación a la celebración de la Ascensión del Señor que celebraremos el domingo próximo. Es un capítulo muy denso en el que aparecen algunos de los términos más propios de este evangelista. He destacado para mi comentario de hoy el término “Verdad”.

Al comienzo de este mismo capítulo, tal como veíamos el domingo pasado, Jesús se define a sí mismo como verdad: “Yo soy el camino y la verdad y la vida” (v. 6). Más tarde, en el centro mismo del relato de la Pasión, aparece el conocido diálogo con Pilato en el que Jesús define su misión como testimonio de la verdad: “Para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad” y se encuentra con la respuesta de Pilato, tan antigua y tan contemporánea, “Y ¿qué es la verdad?” (Juan 18, 37-38).

A partir de todo ello, ¿qué reflexión nos podemos hacer nosotros sobre el tema de la verdad, un tema y una pregunta que atraviesa la historia humana? La verdad sobre Dios, sobre nosotros mismos y el sentido de la existencia humana, la verdad sobre el mundo…

El evangelista Juan vincula el conocimiento de la verdad a la experiencia de Dios. Es esta experiencia la que nos permite adentrarnos en el conocimiento de la verdad. El Padre es la verdad, el Hijo es el testigo de la verdad de Dios en nuestra historia, el Espíritu es el que nos permite adentrarnos en la experiencia de Dios y, con ella, en el conocimiento de la verdad. Así pues, el conocimiento de la verdad de Dios es un don, uno de los dones del Espíritu. Un don que Jesús le pide al Padre para nosotros, y que nosotros hemos de pedir día a día al Espíritu.

Si es un don, es también una búsqueda, no es una posesión, algo que adquirimos definitivamente en algún momento de la vida y que ya tenemos para siempre, sin cambio alguno. Nada de eso. No sólo la historia en general o la historia de la Iglesia, sino nuestra propia historia, nos dicen que el encuentro con la verdad es un proceso; un proceso con sus dificultades y también con sus equivocaciones y errores. En ese contexto de búsqueda de la verdad es donde adquiere toda su relevancia el discernimiento.

Otro dato importante es que la verdad se va descubriendo en el diálogo. En el diálogo del hombre con Dios y en el diálogo entre personas que saben dialogar y que tienen actitud de diálogo. Son también muchas las páginas del evangelio de San Juan en las que Jesús utiliza el diálogo para conducir a las personas que entran en diálogo con Él al conocimiento de la verdad (Nicodemo, la Samaritana, Marta y María…)

Don y petición, búsqueda y proceso, diálogo y escucha… son el Camino hacia el conocimiento de la Verdad que nos lleva a la Vida.

Darío Mollá SJ