Hoy, 2 de febrero, celebramos la Jornada de la Vida Consagrada. Con este motivo reproducimos parte de un artículo de Toni Catalá, “Mística y Profecía: Nuestra alegría es el Señor Jesús”.
«La Vida Consagrada siempre estará amenazada por la desolación, precisamente porque somos enviados como lo fue el Hijo a este mundo y no a otro. Para vivir «alegres en la esperanza» tenemos que saber que la desolación nos viene por ser «tibios, perezosos o negligentes en nuestros ejercicios espirituales» [EE 322] y en nuestra vida apostólica ejercicio espiritual es todo, porque el seguimiento es un modo de estar en la vida por, con y en el Señor. Nuestras perezas tienen nombre en nuestra cultura, se enmascaran con el «total para…», para qué tengo que preparar la homilía, para qué tengo que preparar el catecumenado, para qué tengo que preparar las clases, para qué tengo que ir a un encuentro o a un retiro… no se interesan por nada, no «sacamos» nada… y así nos metemos es espirales de desolación.
El tiempo desolado nos prueba en las motivaciones en el seguimiento, en nuestras intenciones más hondas, en nuestros deseos más arraigados. ¿Estamos en el seguimiento para el servicio del Señor y de sus criaturas o estamos para la búsqueda de reconocimiento, prestigio o relevancia? ¡No es lo mismo en absoluto! Muchas tristezas nos vienen porque al no ser reconocidos por el mundo agredimos el mundo y entonces no trasmitimos «la Buena Noticia de Dios, ni curamos todo achaque y enfermedad del pueblo» (Mt 4,23) Nuestro mundo no necesita más agresiones sino que necesita de la Buena Noticia y ser aliviado en tanto sufrimiento que padecen las criaturas, y sanado de tanta enfermedad física, social y moral. Cuando los discípulos le piden a Jesús primeros puestos les dirá clara y rotundamente: «Este hijo de hombre no ha venido a ser servido sino a servir y dar su vida en rescate por todos» (Mc 10, 45) «Hay más alegría en dar que en recibir» (Hch 20, 35) Dar la vida es la fuente de nuestra alegría sin esperar atenciones, reconocimientos, aplausos… porque El y sólo El es la fuente de nuestra alegría.
Luchar contra la pereza enmascarada con excusas y pretextos, y depurar motivaciones nos pone en camino de Vida. Nos abrimos al Dios de la Vida cuando vivimos desde la acción de gracias y no nos apropiamos de los dones y de tanto bien recibido. Cuando nos apropiamos de los dones venimos en «soberbia o gloria vana, atribuyendo a nosotros la devoción o las otras partes de la spiritual consolación» [EE 322] El yo es depredador y tiende a la apropiación del don, y la mayor de la apropiaciones es creer que «nuestra vida» es eso «nuestra», y no es nuestra sino que es del Dios Fuente de la Vida. Este vivir en radical filiación es lo que modernidad no entiende, lo vive como alienación y amenaza, como dependencia que mata la libertad. No creemos en cualquier «dios» que pide sacrificios y dependencias alienantes, eso lo hacen los ídolos, nuestro Dios es el ámbito de la Compasión en el que nos movemos, existimos y somos, es Trinidad Santa, y que tan sólo nos pide abrirnos al don que es la fuente de nuestra libertad.»