La fe de esa noche

«Todo, en esa noche, se volvía fuente de esperanza», dice Francisco en su homilía de la Misa del Gallo. Una homilía de calado que recuperamos con el deseo de «sumergirnos en el acontecimiento que cambia para siempre nuestra historia».

Francisco pone su mirada en María y José y nos recuerda que, a causa del decreto del emperador, «se vieron obligados a marchar» y nos adentra en lo que pudo ser la vivencia de ese camino de Nazaret a Belén: «tuvieron que dejar su gente, su casa, su tierra y ponerse en camino para ser censados… sus pasos iban cargados de las incertidumbres y peligros propios de aquellos que tienen que dejar su hogar».

Sus palabras nos facilitan captar lo que debió ser, tras ese camino, la llegada a Belén: «luego se tuvieron que enfrentar quizás a lo más difícil: llegar a Belén y experimentar que era una tierra que no los esperaba, una tierra en la que para ellos no había lugar»

Y es justamente en «la oscuridad de una ciudad, que no tiene ni espacio ni lugar para el forastero que viene de lejos y que pareciera que quiere construirse de espaldas a los otros» donde «se generó una pequeña abertura para aquellos que han perdido su tierra, su patria, sus sueños; incluso para aquellos que han sucumbido a la asfixia que produce una vida encerrada»

En María y José, reconoce Francisco a «familias enteras que hoy se ven obligadas a marchar. Vemos las huellas de millones de personas que no eligen irse sino que son obligados a separarse de los suyos, que son expulsados de su tierra». Y son ellos «los primeros en abrazar a aquel que viene a darnos carta de ciudadanía a todos». Serán los pastores, los que «no tenían lugar en las mesas ni en las calles de la ciudad, los primeros destinatarios de esta buena noticia».

La contemplación de lo acontecido, le lleva a Francisco a hablar de la «fe de esa noche». Una fe que mueve e impulsa:

1. «La fe de esa noche nos mueve a reconocer a Dios presente en todas las situaciones en las que lo creíamos ausente. Él está en el visitante indiscreto, tantas veces irreconocible, que camina por nuestras ciudades, en nuestros barrios, viajando en nuestros metros, golpeando nuestras puertas»

2. «Y esa misma fe nos impulsa a dar espacio a una nueva imaginación social, a no tener miedo a ensayar nuevas formas de relación donde nadie tenga que sentir que en esta tierra no tiene lugar»

Las palabras de Francisco en esta homilía, se convierten ahora en motivo de oración para captar la «fe de esa noche» y reconocerla en nosotros. Una vez más, dejarnos conducir por ella supondrían una fuente de inspiración personal y para la vida de nuestras comunidades cristianas. Pero eso ya nos toca a cada uno de nosotros…