Vamos a necesitar tiempo para asimilar lo que propone Francisco en su recién estrenada Exhortación. Los titulares de prensa ya la han zanjado en un abrir y cerrar de ojos con expresiones grandilocuentes que sólo hacen justicia al libro de estilo de cada periódico. Era lo previsible.
Y no sólo vamos a necesitar tiempo para asimilar lo que propone sino también tiempo para encajar un giro copernicano en la mentalidad que hay tras la propuesta. Es una mentalidad que asume, en primer lugar, la autocrítica de la que hace gala la Exhortación: «tenemos que ser humildes y realistas, para reconocer que a veces nuestro modo de presentar las convicciones cristianas, y la forma de tratar a las personas, han ayudado a provocar lo que hoy lamentamos, por lo cual nos corresponde una saludable reacción de autocrítica» (AL 36).
¿Sobre qué cuestiones plantea esta autocrítica?
- En el modo de presentar el matrimonio: «Con frecuencia presentamos el matrimonio de tal manera que su fin unitivo, el llamado a crecer en el amor y el ideal de ayuda mutua, quedó opacado por un acento casi excluyente en el deber de la procreación» (AL 36)
- En el acompañamiento a los matrimonios en sus primeros años: «Tampoco hemos hecho un buen acompañamiento de los nuevos matrimonios en sus primeros años, con propuestas que se adapten a sus horarios, a sus lenguajes, a sus inquietudes más concretas (AL 36)
- En la idealización del matrimonio: «Otras veces, hemos presentado un ideal teológico del matrimonio demasiado abstracto, casi artificiosamente construido, lejano de la situación concreta y de las posibilidades efectivas de las familias reales. Esta idealización excesiva, sobre todo cuando no hemos despertado la confianza en la gracia, no ha hecho que el matrimonio sea más deseable y atractivo, sino todo lo contrario» (AL 36)
En segundo lugar, en la Exhortación se reconoce una actitud honesta que no esconde creencias que necesitamos revisar ni dificultades que debemos superar. ¿Cuáles son?
- La creencia de lo que era lo importante: «Durante mucho tiempo creímos que con sólo insistir en cuestiones doctrinales, bioéticas y morales, sin motivar la apertura a la gracia, ya sosteníamos suficientemente a las familias, consolidábamos el vínculo de los esposos y llenábamos de sentido sus vidas compartidas» (AL 37)
- La dificultad de presentar el matrimonio: «Tenemos dificultad para presentar al matrimonio más como un camino dinámico de desarrollo y realización que como un peso a soportar toda la vida» (AL 37)
- La dificultad para dar autonomía a la conciencia de los fieles: «También nos cuesta dejar espacio a la conciencia de los fieles, que muchas veces responden lo mejor posible al Evangelio en medio de sus límites y pueden desarrollar su propio discernimiento ante situaciones donde se rompen todos los esquemas. Estamos llamados a formar las conciencias, pero no a pretender sustituirlas» (AL 37)
Una verdadera hoja de ruta que Francisco propone emprender y que supone un cambio de mentalidad hecha de autocrítica y honestidad. Ahora nos toca, a las comunidades cristianas, embarcarnos en la alegría del amor.