Jesús en persona se acercó…

Domingo 3º de Pascua – Ciclo A (Lucas 24, 13 – 35)

El relato de la aparición de Jesús Resucitado a los discípulos de Emaús que nos propone la liturgia de este tercer domingo de Pascua nos ayuda a reflexionar sobre el modo como Jesús Resucitado se hace presente en la vida de los discípulos de ayer y de hoy, en nuestra propia vida. Y también nos da claves para comprender el cómo de nuestra misión evangelizadora: es una lección sobre la acción pastoral al modo de Jesús. Podemos señalar cinco “movimientos” en el relato:

“Se acercó y se puso a caminar con ellos”: Jesús toma la iniciativa de acercarse: los discípulos van haciendo su camino (en este caso el camino de la decepción y de la huida) y Jesús se acerca a ellos. Hacerse próximo, hacerse cercano, tomar la iniciativa del acercamiento… No esperar a que vengan a mí, sino acercarme yo a ellos;

“Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino”: Jesús pregunta y escucha. No da por supuesto nada antes de preguntar y de dejar que ellos se expresen. Tampoco va de sabio: “¿no sabes?” “¿qué?”. Porque es importante preguntar, dejar hablar, escuchar cómo las personas viven los acontecimientos antes de decir una palabra. Escuchar sin interrumpir, sin coartar hasta que aquellos a quienes nos acercamos expresen lo que sienten y viven. Aguanta el chaparrón de un discurso desesperanzado y negativo. Con paciencia y sentido de acogida.

“Les explicó lo que se refería a él en todas la Escrituras”: sólo después de escuchar se puede iluminar. Iluminar sobre el sentido de los acontecimientos con la perspectiva que sólo se puede aportar desde un horizonte más amplio. Los hechos son los hechos, los acontecimientos son innegables: pero hechos y acontecimientos pueden ser vividos y leídos desde muchas perspectivas. Y eso es lo que el evangelizador, el acompañante, ofrece: una iluminación, un horizonte de sentido.

“Sentado a la mesa con ellos”: el acercamiento, la escucha, la conversación, ha creado una cercanía que lleva a compartir. A compartir fraternalmente experiencias y a un encuentro con las personas de corazón a corazón: “¿no ardía nuestro corazón?”. Se ha establecido un diálogo interior que va mucho más allá de las palabras y que genera una sintonía afectiva. No es Jesús el que insiste en quedarse, sino que son ellos los que le invitan: “quédate con nosotros”. Les ha ganado el corazón.

“Se volvieron a Jerusalén… con sus compañeros”: Jesús “desapareció de su vista” y les encaminó al camino de vuelta y de reencuentro con la comunidad. El evangelizador y el acompañante también están llamados a “desaparecer” una vez que ha iluminado la experiencia de los acompañados. Es ya el momento de la comunidad y de la Iglesia.

Darío Mollá SJ