Domingo 4º del Tiempo Ordinario – Ciclo B (Mc 1,21-28)
¡Pues si!, Jesús ha venido a confrontarse con toda realidad que atormenta a las criaturas del Dios de la Vida para sanarlas y aliviarlas, para levantarlas y devolverles la palabra, para que dejen de gritar por el dolor del tormento de la enajenación que les impide comunicarse, de la asfixia, de la falta de libertad, del arrastrase por la tierra como reptiles.
Marcos, en su relato, deja claro de entrada que la Buena Noticia consiste en percibir desde el corazón que el “Santo de Dios” ha venido para desenmascarar y derrotar a toda fuerza interna y externa que paraliza y bloquea, que hace sufrir a las criaturas.
Esta primera confrontación del Santo de Dios con los “espíritus inmundos”, al inicio de la misión a la que Jesús se siente enviado, no acontece en “el aire”, no es una confrontación abstracta, sino que se da en el tiempo y en el espacio: se da en “sábado” y en la “sinagoga”. No perdamos de vista en los evangelios, cuándo y dónde alivia y actúa Jesús. Estar atentos a la espacio-temporalidad, el acontecimiento del Reino de Dios, no sólo acontece dentro de nosotros, sino también en los caminos de Galilea, en lugares concretos, en contextos sociales y culturales bien definidos: “entraron en Cafarnaún”
Es el día de “sábado”, día para dar Gloria a Dios, para celebrar la santidad de la creación, para descansar y reunirse como pueblo convocado para la libertad, para estrechar los lazos de familia y de amistad, para constituirse en comunidad que ora y agradece al Dios de los Padres y Madres de Israel el rescate de la casa de esclavitud. Es en ese día de sábado cuando Jesús libera a este hombre destrozado, que no es dueño de si, que sufre… Jesús deja meridianamente claro en qué consiste celebrar el sábado.
No se trata de “rizar el rizo” como hacen los escribas al interpretar la ley en la “sinagoga”, en la casa de oración, se trata de vivirla. La autoridad de Jesús no consiste en la mera erudición, no se trata de “secar y disecar” la Escritura con interpretaciones estériles y fatuas, (cuidado con esas reuniones para ver quien hace la consideración más “original y brillante” al comentar un texto en común). La autoridad de Jesús, que la gente sencilla percibe, es actuar la Ley, vivirla, practicarla: amar a Dios y amar al prójimo. Para Jesús, la casa de oración es casa de sanación.
Está confrontación también nos deja claro a los seguidores de Jesús, que la mera confesión de fe verbal, que el mero recitar el credo que nos identifica como comunidad, que la mera “ortodoxia doctrinal” no lleva consigo mágicamente ninguna salvación. Esa es la autoridad de los escribas que no sana ni alivia. En el evangelio hasta los “demonios” saben que Jesús es el “Santo de Dios”, que es el “Hijo de Dios”. En el relato evangélico, Pedro también confesará de Jesús que es el Mesías y Jesús le dirá “apártate de mi Satanás porque tú no quieres un mesianismo de servicio”. La gente percibe que la autoridad de Jesús consiste en una palabra potente que incide en la vida del pueblo: “¡Cállate y sal de él!”
En esta primera confrontación, Marcos ya se encarga de dejar claro de qué va la Buena Noticia: la alegría de percibir que nuestro Dios y su Reino siempre es un camino de Vida. ¡Gracias, una vez más, Jesús!
Toni Catalá SJ