En los últimos años la evangelización de jóvenes en la Iglesia española ha vivido cuatro momentos clave. Recordarlos nos permite reconocer que estamos ante un proceso de reflexión y practica pastoral donde se plantean preguntas y se buscan respuestas sobre dicha evangelización juvenil.
El primer hito fue la publicación del Proyecto Marco de Pastoral de Juventud “Jóvenes en la Iglesia, cristianos en el mundo” (2007). Le siguió el Forum de Pastoral con Jóvenes celebrado en Madrid (2008). Otro momento clave fue la Jornada Mundial de la Juventud (2011) y, finalmente, el primer Congreso Nacional de Pastoral Juvenil celebrado en Valencia (2012). Junto a estas iniciativas a gran escala de la Iglesia española se han ido dando otras que han sido promovidas tanto en ámbitos diocesanos como de vida consagrada. Ciertamente podemos reconocer un interés grande y nada desdeñable respecto a la evangelización juvenil en nuestra Iglesia española.
En su Exhortación “La alegría del Evangelio”, Francisco tiene dos referencias explícitas a esta cuestión. En la primera, identifica un problema no resuelto cuando afirma que «la pastoral juvenil, tal como estábamos acostumbrados a desarrollarla, ha sufrido el embate de los cambios sociales. Los jóvenes, en las estructuras habituales, no suelen encontrar respuestas a sus inquietudes, necesidades, problemáticas y heridas» (EG 105)
Su escueta afirmación pone sobre la mesa una cuestión que no suele formar parte de nuestras reflexiones y pronunciamientos. Francisco tiene la osadía de señalar en una dirección en la que hasta ahora nadie se había atrevido: nuestras propias estructuras pastorales.
No se cuestiona la intencionalidad de dichas estructuras porque evidentemente quieren estar al servicio de la evangelización. Lo que se constata es una evidencia y si es cierto que los jóvenes no suelen encontrar en nuestras estructuras respuestas a sus inquietudes, necesidades, problemáticas y heridas, entonces tenemos un problema y de calado. Francisco lo llama autoreferencialidad.