En medio de vosotros hay uno que no conocéis

Domingo tercero de Adviento – ciclo B (Jn 1,6-8.19-28)

En este tercer domingo de Adviento nos seguimos acercando a Juan el Bautista desde lo recordado y celebrado por la comunidad de Juan el evangelista. Su evangelio no narra el nacimiento de Jesús, lo que la comunidad del evangelista recuerda conmovida es que Jesús se pasó la mayor parte de su vida en medio de nosotros, siendo “uno de tantos”, siendo un desconocido para las autoridades del Templo y de la Ley,

“En medio de vosotros hay uno que no conocéis” les dice Juan a las inquietas autoridades que van a interrogarlo sobre su identidad y misión, sobre su legitimidad para bautizar. Juan el bautista les dirá que él tan solo prepara el camino, tan sólo lo allana para el que ha de venir (domingo pasado). No entra en debates sobre figuras mesiánicas, no le interesa para nada “perder tiempo” con los que no hacen cola para ser bautizados junto con los que sienten vulnerables y necesitados de salvación.

Desde Jerusalén se acercan sacerdotes, levitas y fariseos para investigar a Juan, gentes que en absoluto se dejan interpelar por él, al contrario, perciben en Juan una amenaza, quieren controlar, no quieren nada que huela a futuro de Dios, ellos son especialistas de lo divino. Jesús, al contrario, se dejó interpelar y se bautizó. Dos modos de acercarse al bautista, dos modos de estar en la vida, dos modos situarse ante Dios: Jesús con humildad y una profunda esperanza en un Dios que es siempre novedad; los de Jerusalén con miedos a perder poder sobre la gente.

Loa evangelios son perspectivas de un único Evangelio. Cuando nos acercamos a ellos con serenidad y sin precipitaciones, cuando nos acercamos a ellos con sencillez de corazón, sin darlos por sabidos, nos encontramos con el Evangelio, con la Buena Noticia del Dios en medio de nosotros, que en Jesús se hace uno de tantos, empapándose de la vida de la gente, de nuestra vida misma. Un Dios que no viene a nosotros por medio de los linajudos clanes sacerdotales de Jerusalén, ni por los sabios y entendidos interpretes de leyes, que parece que disfrutan imponiendo cargas pesadas. Un Dios que viene a nosotros por medio de una muchacha que tampoco nadie conoce (próximo domingo y último de Adviento)

Jesús se conmovió por la predicación de Juan e hizo cola para ser bautizado, porque compartía las inquietudes de su gente, porque su escuela vital era la vida cotidiana de su gente, sus alegrías y tristezas eran las de gente. Aprendió a ser compasivo con María y José. Aprendió a rezar en la sinagoga de Nazaret, en dónde más tarde se sorprenderán de su inmensa libertad.

En este tiempo de Adviento tenemos que pedir la gracia, como diría San Ignacio, de que el Espíritu Santo acreciente en nosotros la sensibilidad para percibirlo entre nosotros, (“con vosotros está y no le conocéis…” cantábamos). Está tan cerca, tan cerca, de nosotros que nos pasa desapercibido. Creo que tan sólo contemplando al niño de Belén o una escena de la Anunciación de María entenderemos tanta locura de Amor.

Toni Catalá SJ