El que no está contra nosotros, está a favor nuestro

Domingo 26 del Tiempo Ordinario. Ciclo B (Marcos 9, 38-43.45.47-48)

Las palabras de Jesús son palabras que “incluyen”. Van contra esa tendencia tan nuestra a “excluir”: “Juan dijo a Jesús: … no es de nuestro grupo” (38). Los “nuestros”: ser de los nuestros o no ser de los nuestros como criterio de aceptación, de valoración, de colaboración. De nuestro país, de nuestra categoría social, de nuestra ideología, de nuestro carisma eclesial, de nuestra religión… ¡Qué fáciles somos en reconocer y subrayar aquello que nos distancia! Y no sólo eso: detrás de ese “no son de los nuestros” hay casi siempre un toque de orgullo y de soberbia y de desprecio de aquellos a quienes no reconocemos de nuestra clase, condición o ideología.

Sin embargo, el evangelio está lleno de frases de Jesús que incluyen a los distintos. Sólo dos ejemplos: de un centurión romano (extranjero, pagano, enemigo político) afirma “os lo aseguro: una fe semejante no la he encontrado en ningún israelita” (Mt 8,10); a una mujer cananea (mujer, extranjera, pagana) a la que los discípulos despreciaban le dice: “Mujer, ¡qué fe tan grande tienes! (Mt 15, 28).

Con tristeza y con realismo hemos de reconocer que también en el seno de la Iglesia se dan estas actitudes de exclusión o de desconfianza o desprecio de los que “no son de los nuestros”, de los que tienen otros carismas, otra sensibilidad para entender y vivir el evangelio y que, con excesiva frecuencia, repartimos certificados o patentes de bondad o de autenticidad evangélica a nuestro propio criterio. No es problema de ahora: basta recordar las advertencias de Pablo: “Existen carismas diversos, pero un mismo Espíritu… A cada uno se le da una manifestación del Espíritu para el bien común” (1ª Cor 12, 4.7).

Pero, ¿hay algún criterio de discernimiento de lo que es evangélicamente admisible y de lo que no? ¿algún criterio para discernir los carismas que son auténticos de los que no? Pablo habla del “bien común”. El evangelio de hoy lo expresa así: estar “a favor nuestro”. ¿Dónde está la frontera entre el estar “contra nosotros” y el estar “a favor nuestro”?

La respuesta la encontramos en la segunda parte del evangelio de hoy: “si alguien escandaliza a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le atasen una piedra de molino en el cuello y lo arrojaran al mar” (42). “Estar en contra” de Jesús es, siempre, escandalizar y hacer daño a los pequeños, a los vulnerables, a los pobres; y “estar a favor” de Jesús se expresa bien claramente en el evangelio: “tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, era inmigrante y me acogisteis, estaba desnudo y me vestisteis, estaba enfermo y me visitasteis, estaba encarcelado y vinisteis a verme” (Mt 25, 35-36).  Eso es lo que importa, más allá de todos aquellos prejuicios de los que nos servimos para discriminar y excluir a los que “no son de los nuestros”.

Darío Mollá SJ