El que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed

Tercer domingo de Cuaresma (Jn 4,5-42)

Ya no daréis culto a Dios ni en Jerusalén ni en Garitzin dice Jesús a la samaritana. Ni en un sitio ni en otro. Los samaritanos despreciados por los judíos “ortodoxos”. Los judíos odiados por los samaritanos. Cada uno con su propio Templo: uno en ruinas y el otro no tardará en estarlo. Unos con un “canon” de las escrituras santas (sólo la Ley), los otros con otro “canon” (Ley, Profetas, libros históricos) pero unos y otros se sienten poseedores de Dios. Lo tienen localizado, atrapado, controlado… Da la impresión de que lo de Dios sigue siendo causa de división entre hermanos, judíos y samaritanos tienen raíces comunes. Entonces y hoy anclados unos y otros en odios ancestrales y todos se dicen creyentes, ¡no nos va mejor a los cristianos! Jesús hace saltar las estructuras de control sobre la divinidad. Para Jesús es imposible estar a bien con Dios y destrozarse unos a otros.

La samaritana va a buscar agua al pozo de Jacob, al pozo de lo antiguo, de la tradición, pozo rodeado de altozanos en donde antiguamente se levantaron cinco ermitas a los Baales, a los ídolos. Los ídolos son realidades humanas y creadas, en si mismas santas y buenas, a las que les otorgamos dimensión de absoluto y entonces nos atrapan, nos esclavizan, piden sacrificios y ofrendas, nos matan la libertad. Hoy no se cree en el Dios Vivo, pero vivimos una cultura profundamente crédula ante los ídolos: prestigio, éxito, riqueza, salud… No está de más en este tiempo de Cuaresma reconocer cuales son nuestros “maridos-baales” (se distingue muy bien en la Escritura “esposo – esposa” y “marido, baal – sierva, concubina”), nuestros “diosecillos o diosazos “, nuestras ermitas de ídolos que nos matan la vida. Paradoja de una sociedad en la que prescindimos cada vez más de Dios, pero seguimos esclavos. Además de confrontar a la samaritana, Jesús nos revela que al Dios Vivo, no ya los ídolos, tampoco se le encuentra en lugares.

Lo fascinante de lo acontecido en Jesús es que nos muestra que el Dios Vivo no es un dios de lugares sino de personas. Mientras creamos que Dios está en un lugar, ese lugar necesitará gestores, pompa, boato, palacios, tronos, sacrificios sanguinolentos, negocio para asegurar la salvación. Ni ermitas de ídolos ni templos de dioses atrapados en ellos. Preparémonos desde ahora para celebrar el Viernes Santo que ante la Cruz el velo del templo se rasgó, la Divina Presencia no está en ningún lugar sino en el Crucificado.

Los ídolos no sacian la sed porque ellos mismos son insaciables. Están siempre sometiendo y exigiendo. Los templos no sacian la sed porque el agua la administran, la cobran, la bendicen o la niegan, la dosifican. El manantial de Agua Viva es Jesús, él es el Amor Incondicional y Gratuito del Dios Vivo. Cuando este amor penetra en nuestras entrañas experimentamos una alegría inagotable, algo brota dentro de nosotros que no se agota y aunque pasemos por cañadas y momentos oscuros: “¡Qué bien sé yo la fonte que mana y corre, aunque es de noche!”

El culto al Dios Vivo, ya no es un asunto de lugares sino como nos dice San Pablo: “ofreced vuestra existencia como liturgia viva” Existencia que deseamos vivir en Espíritu y en Verdad, sólo este Espíritu de la Verdad nos hará libres para el servicio del Señor y de sus criaturas.

Toni Catalá SJ