El primer puesto no me toca a mí concederlo

Solemnidad de Santiago Apóstol. Domingo 17 del Tiempo Ordinario. Ciclo B. (Mt 20,20-28)

En el evangelio de Marcos, Santiago y Juan le piden a Jesús los primeros puestos en el Reino de Dios (Mc 10), en el evangelio de Mateo es la madre la que pide esos puestos para sus hijos. A Mateo ya le debió parecer escandaloso que los discípulos busquen directamente el honor y la primacía, y por eso es la madre la que media… ¡qué madre no quiere lo “mejor” para sus hijos!

Directamente o por medio de la madre, ahora es lo de menos, se trata de que en ambas situaciones la comunidad se ha enredado en la “lógica del mundo”, en la dinámica de búsqueda de prestigio, relevancia, etc. Para los discípulos es evidente que no todos tenemos la misma dignidad y eso tiene que quedar claro, y le piden a Jesús que lo aclaré, que dé criterios nítidos sobre cómo se estructura el orden jerárquico del Reino. Que aclare, de más a menos, cuál el puesto que a cada uno le toca, y qué méritos hay que tener para ocupar un puesto u otro.

Eso de que Jesús anuncie que el Reino está aconteciendo en la revelación del Dios como Padre Nuestro y en el alivio de sufrimiento de los pequeños y últimos no basta, no puede ser lo mismo para ellos que siguen a Jesús que para los pecadores e impuros… ¡eso faltaba!, alguna prebenda debe tener el que lo deja todo para seguir a Jesús (¿todo? A veces se deja todo menos el ego engreído y prepotente) No puede ser lo mismo para el que trabaja en la viña desde el amanecer que para el que ha estado en la viña hasta el final de la jornada, no puede ser lo mismo de ninguna manera.

Jesús es claro: mi Padre ya tiene decidido para quienes están reservados esos puestos. Jesús deja bien claro que no vale la pena perder ni un minuto de tiempo en indagar para quienes son los primeros puestos, ni qué hay que hacer para conseguirlos; por la finitud y la muerte pasaremos todos, eso es evidente, pero… ¡cuantas sorpresas y novedades habrá en el Cielo! Jesús corta de raíz el tema. Además, esos puestos no sólo están reservados sino concedidos. ¿Cómo es posible que el evangelio vaya por un camino y nosotros por otro? Cuántas energías gastadas en hacer méritos, cuantas miradas de reojo para ver quién me puede adelantar en la vida de seguimiento…

La liturgia es muchas veces muy libre para decir lo que no se atreve a decir la elucubración teológica y moral. En la liturgia de difuntos cuando se canta o proclama la antífona “In paradisum” (“que al paraíso…”) se dice algo impresionante: “que a tu llegada te reciban los mártires y como el pobre Lázaro un día tengas el descanso eterno”, ¡los mártires (los santos inocentes) y los pobres ya está por allí esperándonos! No vale la pena gastar energías buscando primeros puestos.

Al final Jesús les dice a los discípulos que se han equivocado de todas todas, y es que el acontecimiento del Reino de Dios no tiene nada que ver con los reinos de este mundo en los “que los jefes de los pueblos los tiranizan y los grandes los oprimen” El Hijo de Dios ha venido a servir y sólo a servir.

Toni Catalá SJ