El hombre que supo escuchar

Todo lo que sabemos de José viene recogido mayoritariamente en el Evangelio de Mateo quien se dirige a una comunidad cristiana que procede del judaísmo. Una comunidad que vive una profunda crisis de identidad con relación a su pasado judío. Después de la destrucción de Jerusalén en el año 70, los fariseos organizaron lo que quedaba del pueblo y se declararon de un modo más decidido en contra de aquellos judíos que se identificaban como cristianos, terminando por ser excomulgados, expulsados y apartados del Pueblo de la promesa. Aquello no hizo sino agudizar el problema de su identidad. Ahora, oficialmente excomulgados, no podían frecuentar sus sinagogas. Y surge para ellos la pregunta: ¿A quién pertenecen las promesas: a la sinagoga o a la iglesia? ¿Quién es el verdadero pueblo de Dios: ellos o nosotros? ¿Es Jesús verdaderamente el Mesías?

Mateo ofrece una respuesta a la comunidad a la que se dirige y lo hace acudiendo a José a quien el ángel del Señor se le aparece en sueños tres veces (1:20; 2:13; 2:19). La referencia a María es la estrictamente necesaria. Así, por ejemplo, en el relato del nacimiento, María aparece embarazada antes de convivir con José y pasa sin más a segundo plano, dando todo el protagonismo a José.

Según la ley de Moisés el comportamiento de María merecía la pena de muerte (Dt 22,20). Si José hubiese obrado según las exigencias de la ley de Moisés, si hubiera obrado como un hombre justo, hubiera debido denunciar a María. Pero José no obedece a las exigencias de las leyes de la pureza legal. Su justicia es mayor. En vez de denunciar, prefiere respetar el misterio que no entiende. Frente a lo que le manda la Ley, José escucha al ángel y acoge lo que le pide.

La justicia de José no radica en el cumplimiento de la norma que obliga a dar a cada uno el castigo que se merece. De esta forma, José va más allá de la justicia de la gente del Templo. En José se cumple la palabra que recogerá el mismo evangelio de Mateo: “Si vuestra justicia no supera la de los escribas y la de los fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt 5,20). Y esta justicia de José es la que abre paso a la salvación, a Jesús.

Como recuerda Francisco: «José sabe escuchar a Dios, se deja guiar por su voluntad, y precisamente por eso es más sensible aún a las personas que se le han confiado, sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas.»