El día y la hora lo sabe sólo el Padre

Domingo 33 del Tiempo Ordinario. Ciclo B (Marcos 13, 24-32)

En este penúltimo domingo del Tiempo Ordinario la liturgia nos invita a leer y meditar sobre un texto que no es nada fácil y que está escrito en un modo de lenguaje, el apocalíptico, que no nos va demasiado. Aunque no faltan en nuestro tiempo discursos apocalípticos,  sea por escrito o por imágenes en redes sociales o en series y películas, unos con más sentido y fundamento y otros con poco o ninguno. Importa pues llegar al fondo de lo que Jesús quiere transmitir en estas palabras.

“En cuanto al día y la hora lo sabe sólo el Padre”: en mi opinión ésta es la afirmación básica del texto. ¿Y qué es lo que viene a decir? Que la última palabra sobre la historia humana la tiene el Padre. Y esto ¿es una buena o una mala noticia? La respuesta que demos a esta pregunta va a depender del concepto que tengamos de Dios. Si nuestro Dios es el Dios terrible, eternamente enojado, que no deja pasar ni una… es una pésima noticia, porque el final puede ser terrible. Si nuestro Dios es el Padre de Jesús, el que acoge a los pecadores cuando regresan a la casa paterna, es una magnífica noticia.

Y todo esto nos lleva a plantearnos otra cuestión: ¿cómo nos situamos ante el futuro?

Hay un modo de situarse que es el de los “profetas de calamidades”: todo está mal y todo va a estar peor. No sé si esos discursos ayudan demasiado a las personas… Confieso que en los tiempos de pandemia que acabamos de pasar esos discursos me producían un enorme rechazo. Evidentemente, tampoco se trata de ignorar las dificultades ni de no tomar las medidas necesarias para superarlas ni de sustituir el discurso de las calamidades por el discurso de la propaganda. Tan nocivos son el uno como el otro. Pero en medio de las dificultades siempre hay argumentos para la esperanza.

Hay otro modo de situarse que es el de la confianza en Dios y la cooperación con su obra. O dicho de otro modo: una confianza activa, cooperadora. Es aquella a la que invita Jesús en los versículos siguientes del evangelio (33-37) que el texto litúrgico de hoy omite: “… estad despiertos… será como un hombre que se va de su casa y se la encarga a sus criados y distribuye las tareas…” Confianza activa que consiste en colaborar con Dios en la construcción de un futuro esperanzador para todos, de un  mundo que sea casa común y habitable, de un mundo en el que palabras como paz, justicia, derechos humanos, igualdad, acogida… no sean meros slogans o palabras vacías de contenido.

El modo de construir ese futuro está bien definido en la persona y la palabra de Jesús, palabra que no pasa de moda: “cielo y tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. Eso sí: hay que discernirlas para saber qué nos piden en cada tiempo y lugar concretos.

Darío Mollá SJ