Donde esté yo, allí también estará mi servidor

Domingo 5º de Cuaresma – Ciclo B (Jn 12,20-33)

Jesús, ya en Jerusalén, está a las puertas de su pasión y muerte. Es verdad que va a la muerte porque las autoridades del templo lo perciben como un peligro, las autoridades romanas no quieren conflictos de orden público. Todo lo que Jesús ha dicho y hecho no ha dejado las cosas igual y hay que eliminarlo, hay que quitarlo de en medio… Pero Jesús tiene claro que la vida no se la quitan, sino que la entrega, la da, la cede, la suelta.

Ya anteriormente (Jn 10,11-18) cuando Jesús contrapone al “buen pastor”, que es él, que no nos abandona ante la amenaza y la adversidad, y el “asalariado” que huye porque no le importan las criaturas del Dios de la Vida, ha dicho bien claro “nadie me quita la vida, la doy voluntariamente, me desprendo de ella”. En el relato de este domingo vuelve a decir “el que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna”. Jesús se vive así mismo como el grano de trigo que si no muere no da fruto.

¿Qué está diciendo Jesús? ¿Qué significa que no le quitan la vida, sino que la da? ¿Qué nos está diciendo, de un modo reiterativo, cuando nos dice que el morir es vivir, que el perder es ganar? En Jesús se está revelando algo insólito e inaudito, nunca oído, y es que se está poniendo de manifiesto que en este mundo nuestro el origen de todo conflicto y toda violencia, tanto en las relaciones interpersonales como grupales y sociales, consiste en que basta una persona o un grupo que quiera defender los suyo, caiga quien caiga, para que todo se violente y se destroce.

Cuando quiero defender lo mío a toda costa, (mis convicciones, mi ideología, mi grupo, mi patria, mi religión…) se genera violencia. El amor hasta el extremo de Jesús, el amor hasta el límite consiste en que prefiere ceder, dar la vida, soltarla antes que generar, en Nombre del Dios Fuente de Vida, sufrimiento, violencia y muerte. Con está entrega de su vida Jesús juzga al mundo, desenmascara, pone luz a que nuestro mundo está estructurado desde relaciones de dominio y de violencia. Ahora es cuando el “príncipe de este mundo va a ser echado fuera”, el amor hasta el extremo le quita a la “mentira y al crimen” su aparente dominio absoluto. La última palabra la tiene el Amor hasta el extremo de Jesús. Desde lo acontecido en Jesús se vislumbra “un cielo y una tierra nuevos”

El Evangelio es demoledor, nos abre puertas y ventanas para percibir el mundo desde el Otro, desde el extranjero, desde el hambriento y sediento, desde el encarcelado en los márgenes, del desnudo de su dignidad… Jesús entregando su vida se hace compasivo con la vidas perdidas y aparentemente malgastadas e inútiles. Jesús es el Señor que por serlo se abaja como Siervo para vivir siempre como el que sirve, “este hijo de hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a entregar su vida”.

Si queremos seguir encontrándonos con Jesús, el Hijo del Dios Vivo, tenemos que estar siempre en disposición de servicio. Servicio que consiste en no afirmar el propio yo, caiga quien caiga, sino en generar dinámicas en las que los perdedores de este mundo encuentren dignidad y rehabilitación. Este dar la vida es un asunto de día a día, es un asunto de caminar humildemente, de fijarnos en aquellas personas que generan vida, los conocemos pues son “los santos de la puerta de al lado” como dice el Papa Francisco.

Toni Catalá SJ