Domingo de Ramos

Jesús se adentra en la Pasión despojado de todo poder que no sea para servir y dar la vida (Mc 10:45). Y antes de que todo se le venga encima, en Getsemaní, a las puertas de la Pasión, su oración se describe como una agonía y un combate: «En medio de su angustia oraba con más insistencia. Y le bajaba hasta el suelo un sudor como gotas de sangre» (Lc 22:44). Será entonces cuando finalmente venza al tentador, el mismo de quien Lucas ya nos había dicho al inicio de su evangelio que “se alejó de Jesús hasta otra ocasión” (Lc 4:13).

Esa ocasión ya ha llegado y es ahora cuando el ángel viene a confortarlo: «Se le apareció un ángel del cielo que le dio fuerzas» (Lc 22:43). La ayuda que el ángel le presta no es evitando que su pie tropiece contra la piedra como le había dicho el tentador (Lc 4:11), no es evitándole la muerte, sino fortaleciéndolo en la entrega de la vida en fidelidad al Padre.