Divorciados vueltos a casar

Ya están circulando por las redes sociales las palabras de Francisco sobre la situación de los divorciados vueltos a casar. Palabras que ha pronunciado esta misma mañana en su catequesis de los miércoles y en las que sigue reflexionando sobre la familia en sus distintas situaciones:

«Queridos hermanos y hermanas: Retomando las reflexiones sobre la familia, deseo referirme hoy a la situación de los que tras la ruptura de su vinculo matrimonial han establecido una nueva convivencia, y a la atención pastoral que merecen.

La Iglesia sabe bien que tal situación contradice el sacramento cristiano, pero con corazón de madre busca el bien y la salvación de todos, sin excluir a nadie. Animada por el Espíritu Santo y por amor a la verdad, siente el deber de «discernir bien las situaciones», diferenciando entre quienes han sufrido la separación y quienes la han provocado.

Si se mira la nueva unión desde los hijos pequeños vemos la urgencia de una acogida real hacia las personas que viven tal situación. ¿Cómo podemos pedirle a estos padres educar a los hijos en la vida cristiana si están alejados de la vida de la comunidad? Es necesario una fraterna y atenta acogida, en el amor y en la verdad, hacia estas personas que en efecto no están excomulgadas como algunos piensan: ellas forman parte siempre de la Iglesia.

«No tenemos recetas sencillas», pero es preciso manifestar la disponibilidad de la comunidad y animarlos a vivir cada vez más su pertenencia a Cristo y a la Iglesia con la oración, la escucha de la Palabra de Dios, la participación en la liturgia, la educación cristiana de los hijos, la caridad, el servicio a los pobres y el compromiso por la justicia y la paz. La Iglesia no tiene las puertas cerradas a nadie!»

Las palabras de Francisco asumen lo que la Iglesia ha dicho en otras ocasiones: las personas divorciadas y vueltas a casar «no están separadas de la Iglesia» y la necesidad de «discernir bien las situaciones» (Familiaris Consortio, nº 84).

Sin embargo Francisco ha insistido varias veces en la gran cuestión que tenemos sin resolver: «la urgencia de una acogida real» y en la necesidad de «una fraterna y atenta acogida» y que todavía no ha movilizado a las comunidades cristianas. El reciente Sínodo de los Obispos en su III Asamblea Extraordinaria pide acoger, escuchar y acompañar a las familias heridas[1] y “especialmente el dolor de quienes han sufrido injustamente la separación, el divorcio o el abandono, o bien, se han visto obligados por los maltratos del cónyuge a romper la convivencia”[2]. Para dar cauce a esta petición de los Obispos, la Relatio Synodi reconoce “la necesidad de una pastoral de la reconciliación y de la mediación, a través de centros de escucha especializados que habría que establecer en las diócesis”[3].

El reto es el de dar cauce y forma a esta acogida hecha a base de escucha y acompañamiento que nos implica a todos, en formas y modos distintos, no vaya a ser que las declaraciones de intenciones que hacemos unos y otros se queden en papel mojado y nos olvidemos que «el amor se ha de poner más en las obras que las palabras» (Ejercicios Espirituales, 230)

[1] Relatio Synodi de la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de Obispos. Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización, nº 46

[2] Ibid., nº 47

[3] Ibid., nº 47