Dios de vivos, porque para Él todos están vivos

Domingo 32º Tiempo Ordinario – Ciclo C (Lucas 20, 27 – 38)

El calendario ha querido que el evangelio de este domingo sea un eco o una prolongación de la celebración de la Conmemoración de todos los fieles difuntos que conmemoramos el pasado miércoles. El mensaje de ambas celebraciones, la del miércoles y la de hoy, es, fundamentalmente, el mismo: la afirmación del Dios de la vida, y de que la palabra última sobre la vida humana no es la palabra trágica y dolorosa de la muerte, sino la palabra del Dios de la Vida.

La muerte está ahí y hay que afrontarla. Con respeto y seriedad. Sin banalizarla ni taparla, que son, ambas, respuestas erróneas a todos los interrogantes que la muerte plantea al ser humano. Y hay muertes muy, muy duras… Muertes que destrozan familias.  Muertes de personas inocentes, víctimas de tantas formas de injusticia y violencia. Muertes de no nacidos y de niños que no han tenido la oportunidad de vivir. Muertes de ancianos en soledad y abandono… No: ni olvidar ni minimizar lo que la muerte supone, denuncia y causa. Proclamar que Dios es un Dios de vivos significa, en primer lugar, un compromiso por la vida. El mensaje de la resurrección es, antes que nada, un mensaje de compromiso contra la muerte y por la vida.

Pero, dicho eso, y desde un corazón muchas veces dolido y destrozado, también afirmamos que la última palabra sobre la vida humana ni la tenemos los hombres ni la tiene la muerte: la última palabra sobre la vida humana la tiene Dios y porque la última palabra la tiene Dios, por eso la última palabra es la palabra de la Vida. Lo expresa con claridad y contundencia la última frase del evangelio de hoy: “porque para Él todos están vivos”.

¿Cuál y cómo es la Vida que Dios nos tiene dispuesta desde su Amor infinito y misericordioso? En imaginar eso, en responder a esas preguntas, la imaginación humana se ha desbordado, con respuestas e imaginarios a veces muy sorprendentes y fuera de lugar. Un ejemplo de ello es el que nos cuenta la escena del evangelio de hoy y la cuestión que los saduceos le plantean a Jesús y a la que Jesús responde de un modo tajante: la Vida después de la resurrección no es la segunda edición, repetida o corregida, de la vida antes de la muerte. Es “otra” Vida. Y ésta con mayúsculas.

No se trata de especular ni de películas de ciencia ficción. Se trata de creer y confiar, si es que ambas cosas se pueden separar. Creer y confiar no en algo, sino en Alguien. Alguien que nos ama como ninguno de nosotros somos ni siquiera capaces de imaginar. Y que ha empeñado su palabra, y la vida de su Hijo, en favor de nuestra Vida.

Darío Mollá SJ