En su obra, Una edad secularizada, Charles Taylor ofrece una relectura de la historia y el significado de la secularización. En su opinión, la vieja tesis del proceso de secularización, que la interpretaba como producto inevitable de la modernidad y la urbanización, se ha probado históricamente inexacta: excepción hecha de Europa Occidental, el mundo, con diferentes matices, sigue siendo notablemente religioso.
Su libro esboza tres versiones principales de secularización, y critica las dos primeras como externamente verdaderas pero excesivamente sociológicas, y propone una tercera como más fiel a la complejidad del cambio cultural.
Un primer significado de secularización tiene que ver con un debilitarse del papel de la religión y de su poder en la vida pública, algo que frecuentemente se atribuye al impacto de la ciencia, la tecnología y el pensamiento racional.
Un segundo significado la relaciona con el declinar de las creencias y las pertenencias religiosas: la gente olvida a Dios y deja de frecuentar la Iglesia.
La tercera interpretación, que Taylor prefiere, considera que la secularización implica un contexto que ha cambiado radicalmente a efectos de la religión, en el cual la mutación clave tiene lugar a nivel del «imaginario social» de las personas.
Con esta tercera interpretación Taylor pretende trasladar el debate sobre la secularización, desde un terreno de cambios medibles y visibles en las prácticas sociales, a otro más profundo de transformaciones en la sensibilidad espiritual. Si nos atenemos a las dos primeras formas de secularización de Taylor, en esencia sociológicas, parecen exigir formas de renovación eclesiales y sacramentales.
Si aceptamos con Taylor que la crisis postmoderna se localiza en el ámbito de las transformaciones en la sensibilidad espiritual que vive la población de nuestros días, se hace necesario un enfoque pastoral que busque con paciencia y creatividad despertar un sentido religioso adormecido.