Derecho a jugar sin jugarse la vida

“Echo de menos mi casa, mis amigos, mis recuerdos. Poder ir a la escuela es todo para mí. Me ha ayudado a no estar triste todo el tiempo” (Ghada , niña refugiada Siria participante del programa acelerado de Entreculturas y el Servicio Jesuita al Refugiado en Libano)

Camino de prisa y llego la sede de Centro Arrupe en Madrid donde celebramos la Jornada de Identidad a la que estamos invitadas a compartirdos veces al año, todas las personas que formamos parte de Entreculturas. Me gusta especialmente este espacio, pues es un momento privilegiado que nos invita a la reflexión y nos propone una mirada global en la propia realidad de nuestra misión.

Pero siempre me ocurre que los tiempos en Madrid se me hacen muy cortos, que los minutos pasan demasiado rápido, seguramente a causa de las grande distanciasque tiene la ciudad, comparada con Valencia. Pienso en las urgencias diarias que tienen como consecuencias mis viajes a Madrid y el trabajo en la sede central: varios correos electrónicos sin responder, la lista de las tareas cotidianas que pasan al día siguiente por falta de tiempo, la planificación y logística de mi casa obviamente, porque además los hijos y sus actividades ocupan un altísimo porcentaje de mi agenda. El presente omnipotente que lo devora todo.

Mientras nos acomodamos en la sala en pocossegundos, he armado mi  propio“monólogo interior”, que rápidamente me permite situarme , y pensar que en un par de días todo vuelve a la normalidad en Valencia: en casa con mis hijos, con mi trabajo y con mi familia. Pero la vida es mucho más y la realidad (la otra, aquella que no vemos, la invisible) grita y nos llama a gritos.

Comienza la jornada. David Holdcroft, sj Director del Servicio Jesuita a Refugiados en África Austral y Angel Benítez, jesuita español que colabora con el Servicio Jesuita a Refugiados (SJR) en Líbano; acompañando refugiados/as de Siria, y nos relatan aquello justamente que no vemos, que se nos hace invisible, justamente eso que no nos sucede.

El 20 de junio es el Día internacional de las personas refugiadas y desplazadas. Más de 12 millones de personas en el mundo han tenido que huir de sus casas a causa de los conflictos armado. Este día ponemos el foco en esta realidad que viven miles de niños y niñas y reivindicamos su derecho a jugar, a ir a la escuela y a vivir en Paz.

En el Líbano 400 mil niños y niñas lo han perdido todo: su casa, su colegio, sus juegos, su infancia. En el mundo hay 25 millones de niños y niñas que no pueden jugar y aún hoy en pleno siglo XXI, 18 países reclutan niños y niñas para la guerra. Pero ese no es su lugar. La escuela es el sitio, el lugar para que estos niñas y niñas estén protegidos y recuperen su dignidad como personas.

A estas alturas del relato de los compañeros del SJR, todo es silencio, atención y dolor. ¿Qué hacer, me pregunto una y otra vez cuando esta realidad irrumpe en mi vida? ¿Dónde guardo la impotencia que siento y que lo llena todo de oscuridad? ¿Seremos capaces las personas que tenemos el privilegio de vivir como y donde queremos, de sentir el dolor de quienes padecen la persecución y la huida como forma cotidiana de vida?

Quizá detenernos, escuchar y escucharnos a nosotros mismos nos permite sentir lo que resuena en el interior y así dejar que las experiencias oídas calen, penetren y dejen huella. Pero no todo está perdido. ¡Queda tanto por hacer!

A partir de este año 2015 se comienza a configurar las nuevas agendas educativas y de desarrollo global. Aquí deben estar puestos todos nuestros esfuerzos para que la educación sea una prioridad y el derecho a una educación de calidad esté garantizado para todas las niñas y niños sin importar las circunstancias. Así lo señala MalalaYousafzi, joven activista pakistaní y Premio Nobel de la Paz:

“Seamos la primera generación que decida ser la última. Que sea la última vez que un niño inocente pierde la vida en una guerra. Que sea la última vez que un aula se queda vacía. Que sea la última vez que se le diga a una niña que la educación es un delito y no un derecho. Y que construyamos un futuro mejor” (http://noland.eu/que-es-noland/ Derecho a jugar y a aprender sin jugarse la vida. El impacto de los conflictos eb la educación de los niños y niñas . Fundación Entreculturas)

Lo dicho .No nos queda más, que ponemos manos a la obra.

Cecilia Villarroel. Fundación Entreculturas