Comentario al evangelio: «“SEÑOR, ¿CUÁNDO TE VIMOS…?”»

Lectura del santo evangelio según san Mateo 25, 31-46
Domingo 34 del Tiempo Ordinario – Ciclo A. Solemnidad de jesucristo, rey del universo

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones.
Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras.
Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha:
“Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme”.
Entonces los justos le contestarán:
“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”.
Y el rey les dirá:
“En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”.
Entonces dirá a los de su izquierda:
“Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis”. Entonces también estos contestarán:
“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?”.
Él les replicará:
“En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo”.
Y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna».

COMENTARIO

“SEÑOR, ¿CUÁNDO TE VIMOS…?”

La pregunta que encabeza el comentario del evangelio de este domingo, repetida varias veces a lo largo del texto, es una pregunta que hacen tanto los unos como los otros, los “buenos” como los “malos”. Todos están desconcertados ante el Rey que se identifica con los que pasan hambre y sed, con los forasteros, con los desnudos, enfermos y encarcelados. Tenían otra imagen del Rey, la del poderoso, y esperaban encontrarle en otros lugares: los lugares de la riqueza, de la seguridad, del bienestar. Los “buenos” se ven agradablemente sorprendidos, los “malos” seguramente pensarían: “de haberlo sabido antes, hubiéramos actuado de otro modo…”

Nosotros ya no nos podemos sorprender, ya no tenemos excusa, pues Jesús nos lo dice con claridad meridiana: “Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”. Hace muchos años que Jesús dijo esto y son muchas las veces que hemos escuchado y leído este evangelio… pero nos sigue costando asimilar y vivir su contenido. ¡Es tan contrario a la lógica de este mundo! ¡Es tan radical! 

Al hilo de este evangelio, os propongo algunas preguntas para nuestro examen y oración de hoy y de siempre.

¿Cuál es nuestra imagen de Dios? Muchas veces nuestra imagen de Dios responde más a mitologías mundanas y paganas, a proyecciones humanas de poder, que al Dios que nos presenta Jesús en el evangelio: un Dios que es Padre misericordioso, y que como buen Padre es especialmente cariñoso con sus hijos más vulnerables y pequeños. Un Dios que nos invita a construir fraternidad y a perdonar tal como nosotros somos perdonados.

¿Dónde buscamos a Dios? Porque tantas veces le buscamos en los lugares equivocados, cuando Él nos deja bien claro dónde y cómo le podemos encontrar. Quizá nos pueda ayudar a contestar esa pregunta hacer un ejercicio de reflexión y memoria sobre nuestra propia vida: pensemos cuáles y cómo han sido aquellos momentos de nuestra vida en los que hemos sentido de una manera más intensa la presencia de Dios. Seguramente la mayoría de ellos va a tener que ver con situaciones de servicio y entrega a los demás. Sí: allí nos espera siempre el Señor: en nuestros hermanos, que son sus hermanos, más débiles y necesitados.

Y una última pregunta: ¿cómo nos acercamos, cuándo nos acercamos, a los que hoy tienen hambre y sed, a los que sufren la pobreza y la injusticia, a los que son distintos y distantes, a los que no tienen nada que ofrecernos? ¿Vemos en ellos al Señor? Porque si vemos en ellos al Señor nos acercaremos con reverencia, con respeto, con toda nuestra debilidad, pero también con toda nuestra humanidad.

Darío Mollá, SJ