Catequesis sobre la Misericordia (1)

A partir de este miércoles 13 de enero, el Papa Francisco inicia una serie de catequesis sobre la Misericordia. Semanalmente las iremos difundiendo como ayuda en este Año Jubilar.

Queridos hermanos y hermanas:

Empezamos hoy un ciclo de catequesis sobre la misericordia en la Biblia con este pasaje del libro del Éxodo, en el que el Señor se llama a sí mismo: Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad. Y es así, él es compasivo, siempre dispuesto a acoger, a comprender, a perdonar, como el Padre de la parábola del Hijo pródigo. Es misericordioso, tiene literalmente entrañas de misericordia, se conmueve y se enternece como una madre por su hijo, y está dispuesto a amar, proteger, ayudar, dándolo todo por nosotros. Es lento a la ira, cuenta hasta diez, como decíamos de jóvenes, respirando profundamente, para no perder la calma y soportar, sin impacientarse. Es rico en clemencia, un caudal inagotable que se manifiesta en su bondad, en su gratuita benevolencia, que vence el mal y el pecado. Y, finalmente, es leal, el Señor es fiel. Estas palabras lealtad, fidelidad, que no están muy de moda. Pero él es leal y es fiel. Su fidelidad dura por siempre, no duerme ni reposa, está siempre atento, vigilante y no permitirá que flaqueemos en la prueba.

Para una reflexión personal o grupal

Nuestra propuesta es no quedarse sólo con la lectura del texto sino detenerse en la imagen del caudal inagotable. El caudal evoca aquello que fluye y al alcanzar lo que está inmóvil o estancado lo pone en movimiento, incluso aquello que ha quedado atrapado y enredado, impidiéndole fluir y avanzar. La verdad sobre lo que nos paraliza o atrapa no tiene la última palabra sino el ser alcanzados por este caudal que acabará por ponerlo todo, de nuevo, en movimiento.

En ocasiones, ese movimiento lo podemos identificar con un deseo que surge, con una intuición que tenemos, con una claridad que se presenta con evidencia. Es el lenguaje de la misericordia de Dios que nos permite sentir que algo ya se empieza a mover en nosotros.