Auméntanos la fe.

Domingo 27º Tiempo Ordinario – Ciclo C (Lucas 17, 5 – 10)

“Auméntanos la fe”: quiero centrar mi comentario al evangelio de este domingo en esta petición. Una petición que, con esta formulación o formulaciones parecidas, aparece varias veces en los evangelios. Nos puede ayudar profundizar en su sentido e intentar ver su aplicación a nuestra propia vida.

De entrada, la petición nos está poniendo de manifiesto un par de consideraciones sobre la fe, ambas importantes y que no podemos olvidar. En primer lugar, que la fe es una gracia, un don que el Señor nos ha concedido gratuitamente: no es un mérito, ni una adquisición. Como don que es, hay que agradecerlo y cuidarlo; ésa es nuestra doble tarea: dar gracias y cuidar la fe. Si la cuidamos se robustece, si la descuidamos se debilita. En segundo lugar, esta petición nos recuerda que la fe es un eterno crecimiento y un eterno descubrimiento: va creciendo, va madurando, se va fortaleciendo. La fe no es algo estático, hecho e inamovible una vez para siempre, sino algo dinámico como la propia persona humana.

La petición que nos propone el evangelio de hoy es también una invitación a preguntarnos cuál es, a día de hoy, el estado de nuestra fe. Detrás de esa petición “auméntanos la fe” ¿qué le pedimos al Señor en este momento concreto de nuestra vida? ¿Qué dimensiones de la fe queremos que el Señor haga crecer o fortalezca? El examen y la respuesta a esta cuestión son muy personales, pero me atrevo a sugerir algunas de esas dimensiones de crecimiento y maduración de nuestra fe.  

Una de ellas sería pedir una fe viva en la presencia activa de Dios en nuestra vida cotidiana. En esa vida cotidiana a veces tan diversa, a veces tan compleja, a veces tan dura o estresante. En esa vida cotidiana que se desenvuelve en un contexto y en un mundo tan opacos a la presencia de Dios, un mundo que parece decir con consenso casi unánime que Dios es algo innecesario o una reliquia de un pasado felizmente superado.

Una segunda dimensión de fortalecimiento de nuestra fe, de ese “auméntanos la fe”, puede ser pedir la gracia de afrontar las dificultades y los conflictos de la vida desde la fe. Dificultades y conflictos no nos van a faltar, a veces más y a veces menos, a veces más llevaderos y a veces más “in-soportables”. La auténtica fe nos da una luz y una fortaleza para afrontar todo eso de modo que no nos debilite ni nos destruya, sino que nos ayude a madurar.

Finalmente, otra dimensión de esta preciosa petición es pedir al Señor que nos ayude a valorar y agradecer en su justa medida la grandeza del don de la fe. De ahí nace la fuerza y la credibilidad para compartir nuestra fe con otros, para evangelizar, desde el convencimiento de que estamos dando a los demás lo mejor de lo que hemos recibido.

Darío Mollá SJ