Celebramos que el Dios de la Vida asume para siempre la pequeñez de María de Nazaret, hace suya esa vida, la incorpora en el Ámbito de Compasión que es nuestro Dios. Esto suena muy poético, pero es tremendo e insólito. El teólogo calvinista Karl Barth, posiblemente el más potente del siglo XX, dice: “el simple hecho, aparentemente sin importancia, de ser mirada por Dios hace que María sea llamada bienaventurada por todas las generaciones… todos los ángeles del cielo no tienen ojos en este momento más que para este lugar donde María, una muchacha, ha recibido simplemente una mirada de Dios, lanzada sobre su pequeñez” Esa mirada convierte a María en cauce de Misericordia.
Si el Dios de la vida asume la pequeñez de María asume también en sus entrañas su canto. El Magníficat será para siempre el canto que hace, o hará, saltar de alegría a todas las criaturas que viven en el permanente riesgo de ser “aniquilados por principados, poderes y fuerzas” de este mundo. La Misericordia levanta y derrumba por eso es misericordia. La última palabra la tiene la Pascua del Señor Jesús (segunda lectura).
Si María es la asumida para siempre, esta “asunción” nos cambia la mirada, y nuestra mirada empieza a ser la del Dios Vivo. Es verdad que hay criaturas que ahora no pueden saltar de alegría y nosotros no siempre podemos ni debemos cantar (dice el Talmud: «Mis hijos yacen ahogados en el mar ¿y vosotros vais a cantar?» (Meguillá 10 b, Talmud de Babilonia) pero ya sabemos, para siempre, hacía donde dirige la mirada nuestro Dios.
El canto es necesario, es una realidad previa al lenguaje como el llanto y el grito, pero también es necesario a veces dejar que se exprese en el silencio la desnuda Palabra, y el Magníficat no siempre conviene envolverlo con música. El político francés Charles Maurras, de la derecha nacionalista y antisemita, con un cinismo impresionante, aún duele hoy oírlo, alaba a Iglesia diciendo “fue un honor para la Iglesia haber agregado a los versículos del Magníficat una música que atenúa su veneno” ¿Para quién es venenoso el Magníficat?… Sin comentarios
“María asunta al cielo en cuerpo y alma”, parece una afirmación mítica, piadosa e infantiloide… no digo que no, pero también digo que los creyentes que nos han precedido eran también sabios y querían mantener a toda costa, incluso antes de que se declarará ningún “dogma” de la asunción, que la pequeñez, la pobreza, la humildad, el servicio, la alegría… son la música del Dios Vivo, y que la riqueza, la prepotencia, la soberbia, el boato, la parafernalia, la asfixia… no son de Dios sino que son monstruos que nos dañan (la primera lectura del Apocalipsis va por ahí…).
La muchacha de Nazaret le expresó al ángel de Dios su impotencia, su incapacidad, por ahí va lo de la virginidad de María, y lo que sintió en todo su ser de mujer fue un ¡no temas, María! Lo tremendo y lo insólito es que el Evangelio nos está cambiando continuamente la percepción de Dios. Demos gracias a María
Toni Catalá SJ