Décimo sexto domingo (Lc 10, 38-42)
“Ni están todos lo que son, ni son todos los que están” dice el refrán. Este relato de Marta y María se ha utilizado, interesadamente, en dar mayor relevancia y más densidad evangélica a la vida o principio contemplativo, “María”, frente a la vida activa y de ajetreo, “Marta”. Como dice el refrán que cito, en la llamada “vida contemplativa” hay de todo como en la viña del Señor y en la “vida activa” también. Creo que el asunto es más de fondo y que nos atañe a todas las seguidoras y seguidores de Jesús de cualquier estado de vida, carisma y condición.
Da la impresión que Marta que es la que recibe al Señor en su casa (como en otro momento hace Zaqueo, las dos únicas personas que reciben al Señor en su casa) poco caso parece que le hace. Se dedica a afanarse por cosas del servicio. Marta hace cosas “santas y buenas” pero ha dejado al Señor plantado. María no lo ha recibido sino que se lo ha encontrado en casa y se quedó fascinada.
Marta reprocha y cuando se reprocha es que algo no funciona por ahí dentro. Echa en cara que María la ha dejado sola… Marta está tensa y nerviosa, inquieta y preocupada… ¿Qué nos pasa que la gente, muchas veces, nos percibe a los cristianos siempre atareados en hacer cosas sin saber estar “sentados y escuchando” como María? y encima “abroncando” a los que no hacen cosas.
Hoy se nos complica la vida de seguimiento porque hemos confundido la “misión”, el envío que nos hace Jesús para ser cauces de misericordia y aliviar sufrimiento, con las “tareas” que son las concreciones de la misión. Hay momentos en que se nos pide “hacer cosas” por el otro y hay otros momentos en que no debemos “hacer” nada por el otro sino generar espacios en que el otro se exprese y nosotros “escuchar”. María deja que el Señor se exprese, lo escucha, deja al Señor ser él. Los “haceres” se “deshacen”. La escucha atenta configura el corazón y permanece: “ha escogido la mejor parte y no le será quitada”.
No se trata como vemos de un reparto de roles entre activos y contemplativos, eso es una trampa. Se trata de escuchar al Señor y a los otros para dejar que nos conmuevan. Jesús nos llama no sólo para hacer cosas sino también para estar con él… al final de su vida Jesús necesitó ser escuchado y se los encontró dormidos… ¡qué pena!
Abrahán acogió en su tienda (primera lectura), en su casa, y “sin saberlo hospedó ángeles de Dios” (Heb 13, 1-2). La acogida generó vida en la casa, Sara será fecunda. El relato de la encina de Mambré es fascinante. Cuando no se deja pasar de largo, cuando se escucha, cuando se comparte, cuando se acoge la vida brota. Cuando caemos en la trampa de hacer, hacer, hacer, la vida la arrasamos. Jesús nos dirá que perdamos un poco más de tiempo en contemplar los lirios y loa pájaros del cielo, que perdamos un poco más de tiempo para completar tanta belleza que se nos escapa y que pongamos nuestro corazón en donde hay que ponerlo: en él.
Toni Catalá SJ