Domingo 7º tiempo ordinario – Ciclo C (Lucas 6, 27-38)
La lectura del evangelio de este domingo puede producir, de entrada, diversos sentimientos o reacciones que, en el fondo, se pueden resumir en una sola: “esto es imposible”. Y con esa vivencia de fondo, sentimientos de desconcierto, de desánimo, de frustración ante la imposibilidad de vivir en la vida cotidiana muchas de las cosas que Jesús propone en sus palabras de hoy y que se resumen en aquello de “haced el bien a los que os odian”.
Lo que Jesús está proponiendo es un horizonte de vida. El horizonte es un punto de referencia, no un punto de llegada. ¿Para qué sirve un horizonte, un punto de referencia? Para orientarnos en el camino de la vida, para indicar el hacia dónde de nuestras miradas y de nuestros pasos. Sin horizonte claro podemos ir por la vida desorientados, dando tumbos, desconcertados, perdidos. Al horizonte no se llega “ya”, hacia el horizonte se camina. Y mucho más si ese horizonte es el propio Dios.
Hay una palabra que define lo que Jesús está planteando, de diversas formas y con distintas imágenes, en el evangelio de hoy. Esa palabra es “gratuidad”. Amar gratuitamente, que es el modo de amar de Dios. Jesús lo plantea y con preguntas muy lógicas pero muy radicales: “si amáis a los que os aman ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que les aman”. El motivo fundamental de esta argumentación es el mismo proceder de Dios “seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los malvados y desagradecidos”. La gratuidad es el modo de amar de Dios y la gratuidad es el modo de amar que Jesús propone a sus discípulos.
¿Imposible o posible? Posible en la medida en que cada uno de nosotros vivamos la experiencia de hasta qué punto somos gratuitamente amados por Dios que nos lo ha dado todo gratuitamente y nos lo sigue dando a pesar de tanta ingratitud por parte nuestra. Sólo el agradecimiento hace posible la gratuidad, y cuando más hondamente se vive la experiencia del agradecimiento con más verdad y generosidad se vive la gratuidad en el amor y en el servicio a Dios y a los demás. Bien lo formuló San Ignacio en sus Ejercicios: “pedir conocimiento interno de tanto bien recibido, para que yo, enteramente reconociendo pueda en todo amar y servir”.
¿Para “ya”? No. Para trabajar y crecer en ello a lo largo de la vida. Con dificultades, con retrocesos, con caídas… pero caminando en esa dirección, caminando hacia ese horizonte. Caminando nos fortalecemos. Cuando más gratuidad vivamos tanto más gratuito será nuestro amor; también lo expresa Jesús en el evangelio de hoy: “dad y se os dará”. ¿Lo que Jesús plantea hoy en el evangelio es simplemente una exigencia humanamente imposible? No, ése no es su estilo. Lo que plantea, eso sí con toda claridad, es el horizonte que nos hará vivir y crecer en humanidad.
Darío Mollá SJ