Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto

Primer domingo de Cuaresma (Mt 4,1-11)

El relato evangélico de este primer domingo de cuaresma ya nos marca el camino hasta la Pascua. Las llamadas tentaciones de Jesús son ineludibles para entender cómo se va a situar Jesús en la vida, cómo se va a situar en su misión de hacer que el Reino de Dios vaya aconteciendo en su decir y actuar. Es un relato que le dice al escuchador o lector del Evangelio por qué lugares no nos vamos a encontrar con Jesús de ningún modo y por donde si que lo vamos a encontrar.

Jesús es probado, tentar y probar es lo mismo, por la “mentira y el crimen de este mundo”. El tentador, el que nos pone a prueba, es nuestro mundo concreto y cotidiano, mundo que desquiciamos con nuestras mentiras y engaños y en el que se lastima criminalmente a muchas criaturas de Dios. En el Evangelio de Juan el “padre de la mentira y el principio de todo crimen” es Satanás, el acusador, el mentiroso. Si no “creemos” en el diablo porque sólo el Amor es digno de fe, no por eso el mundo dejar de ser mentiroso y criminal. Tenemos que andarnos con cuidado para no mutilar el evangelio cuando se nos hace difícil percibir las cargas de profundidad que llevan consigo las aparentes afirmaciones míticas.

Jesús no es tentado en el “objetivo” de su misión, la tentación no es “reino de Dios si, reino de Dios no”, la tentación no es “Jesús vuélvele la espalda a Dios y márchate a Nazaret” … nuestra tentación normalmente no es “apostatar”, dejar de ser cristianos, abandonar la Iglesia…  Jesús es puesto a prueba en su modo de estar en la vida, es tentado en las dinámicas que tiene que generar para que el Reino de Dios venga a nosotros. Podemos “ser” cristianos y “estar” muy mal colocados en la vida. Y el desierto en el que Jesús es puesto a prueba es la vida misma, no un lugar desierto. Haciendo una lectura atenta del evangelio vemos que cuando Jesús se retira a orar los evangelios siempre dicen “se retiró a un lugar desierto”. Las tentaciones acontecen “en el desierto” en sentido absoluto, y por eso el desierto es una dimensión de nuestro seguimiento de Jesús.

Ya conocemos las tentaciones: “Jesús exhíbete, monta espectáculo en el centro y en lo más alto del mundo que es el alero del Templo. Domina, oprime, manipula, chantajea, amenaza con la condenación eterna, configura tu Reino al estilo de los reinos de este mundo y tendrás éxito, todo el mundo será tuyo. Jesús utiliza el poder de Dios en tu propio provecho, convierte las piedras en panes, nadie se va a enterar…” Exhibición, dominio, vanagloria, prestigio, provecho propio… por aquí de ningún modo nos vamos a encontrar con Jesús, haremos mucha parafernalia religiosa pero nada de evangelio. Bajar de los pedestales en los que soñamos estar, vivir en nuestro justo lugar de criatura -si nos tenemos en menos nos hundimos, si nos tenemos en más machacamos a los de alrededor-, compasión, servicio, gratuidad, acogida… por ahí camina el Señor Jesús. San Ignacio al camino de Jesús le llama “vivir la vida verdadera”, al otro camino “vivir en el camino de los engaños”.

El tiempo de Cuaresma es tiempo de conversión, de depuración, de prueba, es tiempo de pedir la gracia de transitar con Jesús por los caminos de la vida con él y como él, y que nos haga conscientes de por dónde nos enredamos y metemos por caminos que son un viaje a ninguna parte. Adorar y dar culto al Dios Vivo es vivir como Jesús libre, compasiva y gratuitamente.

Toni Catalá SJ