A la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre

Primer domingo de Adviento (Mt 24, 37-44)

Lo nuevo no puede emerger de lo viejo. De lo mismo surge lo mismo. Lo de siempre no admite ninguna novedad. Hay lo que hay y no hay “más cera de la que arde”. Esto siempre ha sido así y no puede ser de otra manera. El “muerto al hoyo y vivo al bollo”. Ya hemos llegado a donde íbamos… y a donde hemos llegado es a ni añorar nada ni esperar nada. Vivimos como en un invierno tedioso gris y gélido pero invadido de presuntas novedades que envejecen en el momento las poseemos y todo atravesado de “obsolescencias programadas” de todo tipo.

Adviento nos pone en guardia, nos avisa y espabila, nos despierta, nos pregunta: “Que ves en la noche, dinos, centinela. Dios como un almendro con la flor despierta; Dios que nunca duerme busca quien no duerma…” (Himno de Vísperas, Domingo II semana). El almendro en hebreo es “el árbol que vela, el árbol que sabe escuchar”. Es el árbol que florece de los primeros, anunciando su flor el final del invierno. La visión de Jeremías es la que debemos desear en este tiempo: escuchar lo que el profeta escucha, desear ver lo que él ve, “El Señor me dirigió la palabra: ¿Qué ves, Jeremías? Respondí: Veo una rama de almendro. Me dijo: ¡Has visto bien! Yo también estoy alerta para cumplir mi palabra” (Jer 1, 11-12) Adviento nos abre los ojos.

Jesús, incardinado dentro de la gran tradición profética de su pueblo, nos invita a estar despiertos, a estar vigilantes porque en cualquier momento puede surgir lo nuevo, lo inesperado, lo mesiánico… pues “Dios busca a quién no duerme”.

Isaías vio un día en el que “de las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas… no alzará la espada pueblo contra pueblo…”. Ve lo imposible, ve lo que no es obvio para la gente armada. La aflicción sigue en este mundo pero está visión, porque vio lo imposible, permitió no perder la esperanza, contra toda esperanza, de tantos hombres y mujeres pacificados y pacificadores que no le otorgaron ni le otorgan a la guerra y la muerte la última palabra.

Adviento nos prepara para lo más insólito e inaudito: Dios cumple su palabra de alianza y fidelidad para con la obra de sus manos, para con su creación, entrando en este mundo e historia, haciéndose uno de tantos. Dios mete su compasión en las entrañas de nuestra historia y nuestra vida. Las cosas ya no podrán ser igual que siempre. El dolor de los «viernes santos» y el silencio espeso de los «sábados santos» sigue. El Compasivo no es un narcótico ni un calmante sino un acompañante en la prueba (Heb 2, 17-18).

En este mundo de tinieblas una Luz ha brillado. Si la veo, se ilumina el camino de la vida, pudiendo caminar compasiva, libre y gratuitamente, generando espacios de respiro, de alivio y de sentido impidiendo que la vida se nos muera antes de hora y sin que se nos cierre y ensimisme en la desesperanza.

En este tiempo de Adviento es bueno estar vigilantes, que no es estar tensos, sino despiertos. Estar al tanto de tantas flores de almendro que siguen floreciendo en este mundo nuestro, percibirlas y disfrutarlas. ¡No nos durmamos ni nos derrotemos!

Toni Catalá SJ

Sábado 30 noviembre a las 19h, Vigilia-Concierto de inicio de Adviento, enlazar