Personas víctimas de la trata

El pasado 8 de febrero celebramos la Jornada Mundial de Oración contra la Trata de Personas, coincidiendo con la memoria litúrgica de Santa Josefina Bakhita, religiosa sudanesa que padeció durante su vida los sufrimientos de la esclavitud. Con este motivo compartimos el artículo de Conchi Jimènez Aragón, religiosa de Villa Teresita.

«Son las nueve de la noche de un día cualquiera, Mary se da una ducha, se prepara y sale de casa, toma el autobús en el que juguetea con los niños que se sientan a su lado, al fin y al cabo, ella es prácticamente otra niña. Aunque ya tiene diecinueve años, realmente su vida se truncó hace tiempo. Su madre falleció cuando ella tenía catorce tras una corta y dura enfermedad. Poco tiempo después, su padre tuvo un accidente de coche. En menos de un año había pasado de ser una niña, a la “mujer” responsable de sus cuatro hermanos. Envolvía  pastas en una panadería, vendía caldo en la puerta de su casa, trabajaba en el campo siempre que podía, pero aún así, apenas les alcanzaba para comer.

Un día vino a visitarla un tío, que vivía en la ciudad, bien vestido y con buen coche. Le dijo que él podía ayudarle y que si se venía a España podría tener un buen trabajo y dar estudios a sus hermanos. Aunque ella en el primer momento se mostró reticente, puesto que no quería dejarlos solos, él le insistió diciendo que no se preocupara, que su mujer podría cuidar de ellos. “Con tu trabajo en España podrás enviarles dinero para que estudien y en un tiempo podrás llevarlos contigo”. Así se lanzó a la aventura. Él lo organizó todo, el pasaporte, el viaje, le decía que no se preocupase que con lo que iba a ganar en poco tiempo lo pagaría todo.

Llegó a Valencia, una señora muy elegante la recogió en el aeropuerto y al llegar a casa, tras pedirle el pasaporte, le dijo que tenía que ejercer la prostitución. De nada sirvieron sus negativas, “si quieres que a tus hermanos no les pase nada,..esto es lo que hay”. Mary cuenta que ahí empezó su infierno, desprecios, insultos, palizas, tenía que ganar al menos 500 euros para que le dejasen hablar con sus hermanos, por lo que cuanto más “trabajaba”, más veces podía llamarlos. “Saben que no me voy a escapar, por eso me dejan salir sola”.

Escucharla estremece el corazón, a ella como a tantas personas que en nuestra ciudad son víctimas de trata. Procedentes de Nigeria, Rumanía, Bulgaria, Colombia, Paraguay, Brasil, China, Tailandia o muchos otros países pobres, son captadas, siempre con falsas promesas y desarraigadas de su contexto natural, para acabar siendo explotadas en la prostitución, la mendicidad, la comisión de delitos, en servicio doméstico o el campo,…viviendo verdaderos calvarios. La esclavitud no es una realidad de otra época, de otros lugares, dolorosamente está presente en nuestra ciudad, quién sabe, incluso en nuestra misma calle y sin embargo, permanece invisible a nuestros ojos.

El pasado ocho de febrero celebrábamos la fiesta de la religiosa Canosiana, Santa Josefina Bakhita, esclava sudanesa que fue finalmente liberada. Con este motivo, el Papa Francisco nos invitaba a rezar por las personas víctimas de la trata. Este es un primer movimiento del corazón que todos podemos hacer, y desde ahí, movilizar nuestra vida, nuestros recursos para apoyar a quienes sufren esta situación.

Desde la pequeña comunidad de Villa Teresita acompañamos a personas que viven situaciones de exclusión social, y especialmente a mujeres de contextos de prostitución y víctimas de trata. Por el acercamiento en la calle, la acogida en el centro social y sobre todo, con la vida compartida en casa, somos una mano tendida a las mujeres que ofrece nuevas oportunidades para que puedan empezar una nueva vida. Desde nuestra experiencia cotidiana podemos hacer un canto de esperanza, somos testigos de cómo muchas mujeres pueden empezar una vida nueva. Termino con las palabras de una chica a su llegada a casa un lunes de Pascua “Yo fui esclava, mi hijo nació esclavo, pero el Señor nos ha liberado”.