Lo llevó a una posada y lo cuidó

Décimo quinto domingo (Lc 10,25-37)

Los sistemas religiosos tienden a complicar lo obvio y lo sencillo: “Un jurista preguntó… que tengo que hacer para alcanzar la vida eterna… amar a tu prójimo contesta Jesús… y el jurista sigue… y quién es mi prójimo…” Jesús narra una historia (Evangelio Lc 10, 23-37), no se enreda con consideraciones y distingos moralizantes. Lo que tenemos a mano tendemos a subirlo otra vez al cielo, y seguimos creyendo que el “Mandato” es tan sublime que es inalcanzable, que es para “almas” selectas, que tenemos que alcanzar la vida “sobrenatural” aunque los “cuerpos naturales” se nos queden por las cunetas de los caminos de la vida heridos y lastimados en su salud y dignidad. El “Mandato” es ser misericordiosos como Nuestro Padre lo es.

Ante el abatido, molido a palos, el sacerdote y el levita “dan un rodeo y pasan de largo”, ¡cuántas veces hemos leído esta historia! Si nos serenamos y lo meditamos percibimos que esto es demoledor, lo que pasa es que el evangelio lo tenemos domesticado, neutralizado, desactivado, con tanta consideración piadosa, con tanto dualismo, que si los bienes “celestiales”, que si no sé qué… Me sigue sorprendiendo cómo nos seguimos preguntando por qué a Jesús el sistema político y religioso se lo quitó de encima, no creo que haya que cavilar mucho.

Esta escena por si misma le quita legitimidad “religiosa”, que en el fondo es creer que se está a bien con Dios, a todo hombre, mujer y sistema religioso que no cargue con el abatimiento de las criaturas. El samaritano, que está fuera del sistema oficial, que está en el mundo y no en el gueto religioso, no ha perdido su humanidad, ¿será que hay sistemas religiosos y por lo tanto percepciones de Dios que deshumanizan? Creo que sí. El samaritano “se compadeció”, exactamente “se le conmovieron las entrañas” y lo hace todo: conmoverse, acercarse, vendarlo, curarlo, montarlo en su caballería, llevarlo a una posada y cuidarlo (hace siete cosas, siete es plenitud, este hombre lo hace todo por el abatido como nos hace caer en la cuenta el sabio filólogo bíblico Jesús Peláez)

El prójimo para Jesús no es “el otro”, soy yo, somos nosotros, cuando conmovidos nos aproximamos, nos hacemos prójimos del que nos necesita. Si el prójimo sigue siendo el necesitado basta llenar una ficha de suscripción a una ONG, cosa buena sin duda, y ojalá se hiciese más,  para cumplir responsablemente con un mínimo deber ciudadano de solidaridad… pero el Evangelio nos lleva a movernos, a acercarnos, a implicarnos, a generar espacios y ámbitos de alivio.

Jesús es la imagen del Dios invisible (primera lectura Col 1,15-20) por eso, porque por medio de él fue creado todo nos debemos a sus criaturas y a cuidar la casa común.

Toni Catalá SJ