La bandera de nuestra vida

Hoy celebramos la fiesta de Santa Rafaela María, fundadora de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús. Apasionada por buscar y hallar lo esencial en la vida lo encontró en el deseo de Dios para ella. Su vida estuvo jalonada por esta búsqueda de un modo tan intenso que no deja indiferente a quienes se acercan a conocerla.

Fueron justamente algunas de las circunstancias de su vida las que le permitieron dar con lo esencial que permanece oculto cuando nos entretenemos en mil batallas insuficientes. Son las batallas del propio yo siempre enredado y enredando. Son las batallas que emprendemos bajo banderas como la de la mediocridad que ha tomado carta de ciudadanía y adquirido patente de corso. La sutileza con la que nos vamos deslizando hacia banderas como ésta es tan asombrosa como ignorada por muchos de nosotros. Sin darnos cuenta acabamos instalándonos bajo esas banderas que se despliegan y ondean sin el menor reparo y con el mayor descaro sobre nuestras vidas.

Y es que hace falta una buena dosis de lucidez para reconocer la bandera que enarbolamos y mucho coraje para preguntarnos de qué estamos haciendo bandera. Andamos necesitados de lucidez y de coraje para transitar por la vida con un mínimo de congruencia entre lo que decimos vivir y lo que realmente vivimos. Algo así no se improvisa y necesitaremos cultivar una atención despierta sobre nuestros propios pasos para reconocer hacia donde nos vamos encaminando.

Personas como Santa Rafaela María hacen preguntarnos por qué sólo unos pocos han dado con lo que es esencial en la vida y que no les será arrebatado. Son personas que gozan de una libertad envidiable e inviolable. Y parece que sólo algunos han encontrado la perla preciosa y el tesoro en el campo y dan por perdido todo lo que hasta ese momento les ha fundamentado: sistemas de seguridad, ideologías, convicciones sociales… Y puestos a echar raíces en algún sitio, mejor buscar suelo firme y no conformarse con arenas movedizas.