Esto no hay quien lo aguante

En uno de sus habituales artículos de «El País Semanal», Javier Marías hacía referencia a una pequeña charla telefónica que mantuvo con su amigo y compañero de la RAE, Pérez Reverte, a propósito de los últimos acontecimientos del populismo idiotizante y los líderes que los representan. “Esto no hay quien lo aguante” se lamentaba y a continuación anunciaba… “Es hora de irse” a lo que a su vez Marías le respondía, «¿A dónde? Ya no hay donde ir…» Si pueden léanlo completo, no se lo pierdan Enlazar

El artículo me llegó en un momento personal de cierto desánimo. A mi tampoco me gustan demasiadas cosas de las que veo, demasiadas si: el resurgimiento de los populismos, la demagogia, las mentiras desvergonzada de algunos políticos y las provocaciones de algún showman para llamar la atención del personal y así provocar risas fáciles, irrespetuosas con creencias y sentimientos de algunas gentes buenas.

Individuos que sin ningún reparo encienden los ánimos y los instintos más bajos del ser humano: odio al extraño, arengas, discursos que captan el miedo de las gentes por perder lo que “aún” tienen y canalizan el temor hacia la protección de su capa todopoderosa.

Pero también hay quien insultar a Dios, limpiarse con la bandera del país o desnudarse en un templo dedicado al culto, lo convierten en espectáculo reivindicativo. Toda esta sarta de estupideces se me hacen insoportables. No me ofenden personalmente, no, pero me hacen sentir su mezquindad interiormente. Hacen este esfuerzo para exponer sus ideas mediante la provocación ocurrente y así conseguir notoriedad, sea la que sea. No quieren darse cuenta de que también así, con estos modos, recrudecen el odio entre los agraviados y los agraviantes, y surgen las respuestas de los populistas salvadores en un extremo y otro de esta sociedad cada vez más polarizada.

Son en esos momentos en los que veo más maldad que bondad, en los que me sobreviene la desolación y no veo qué alegrías puedo encontrar que me inviten a seguir adelante. Momentos en los que yo también me pregunto si aún hay algún sitio a dónde ir. Cuál es el sentido, si es que lo hay.

Sé que en momentos de desolación todo es tristeza, pero también sé que la vida es cíclica y que la desolación pasa y que, como también recuerda Marías, los ánimos pueden serenarse y entonces la verdad cuenta, y la gente vuelve a ser menos tribal, y yo vuelvo a una actitud más positiva y no quiero dejar que las cosas queden así, desordenadas, desesperanzadas sin horizontes y entonces vuelvo a ponerme en marcha. Hay muchas cosas que hacer aún y yo puedo, y además quiero hacerlas.

Enrique L. Belenguer  @elbelenguer