El nombre de Jesús

Hoy, 3 de enero, celebramos la Fiesta de la «Imposición del Nombre de Jesús, Titular de la Compañia», día que toda la Iglesia conmemora el “Santísimo Nombre de Jesús”. Compartimos una oración compuesta por Vicente Marqués, jesuita, fallecido en 2017 y que durante años formó parte del equipo del Centro Arrupe.

Dime, Jesús,
tu nombre verdadero
para que yo te alcance
de una vez y para siempre:
has de ser Tú el que me lo digas,
corazón a corazón.

No he de buscarte,
Tú me buscas,
Tú el que siempre estás viniendo.

No estás lejos,
más Tú en mí que yo mismo,
y me has hecho uno contigo.

Tú tan grande y tan conmigo,
tan Dios y tan humano:
yo ante Ti,
todo admiración y pasmo
y, a la vez, tan en casa y en familia.

Tú, mi alegría,
mi ansia sin descanso,
mi llaga más íntima,
mi destino inevitable y deseado,
mi meta y fundamento,
mi premio y mi perdón, mi verdad,
la vida por quien vivo y mi camino,
mi fe y mi confianza; mi fuerza,
mi roca, mi refugio y mi defensa,
mi verdad también, la clave de mi historia.

Tú mi oficio y mi tarea,
mi norma única y mi ley,
el aire que respiro;
la referencia única de lo que soy y hago;
la luz con la que mis ojos ven
el mundo y su grandeza;
el corazón con el que amo
al mundo y su miseria;
la esperanza por la que lucho
para el mundo y mis hermanos.

Dime, por fin, tu nombre deseado;
porque repito mil nombres
y nunca es del todo el tuyo.

Dime tu nombre verdadero,
ser de mis ser,
dímelo Tú, para que se lo diga a todos,
pues que les hace falta a los que penan,
y a los vencidos,
a los solos,
a los que no pueden ya más ni ven salida,
a los agobiados de soportar la carga de vivir,
a los oprimidos por los que sobre ellos, medran;
a los que distraídos u orgullosos,
ni siquiera saben que te necesitan
y se están muriendo de sí mismos;
a los que se mueren de ganas y buscan
y no saben qué;
a los que sienten la muerte
en el corazón mismo de la vida
y piden prodigios, demostraciones,
sin aceptar ser amados;
a los que te arrinconan,
pieza de museo o ilustre personaje histórico;
a los que te reducen a una idea.

Dinos, Jesús, tu nombre,
quién eres, y que nos cambie
y nos haga el mundo en paz y vividero,
porque solos no podemos conseguirlo.
O hazme a mí mismo, si Tú quieres,
tu nombre, repetido, vivo;
tu imagen, tu presencia aquí y ahora
en Ti y contigo