El amor se ha derramado en nuestros corazones

Santísima Trinidad Santa.

El don del Espíritu de Jesús les hizo “recordar” todo lo vivido con él. Un recuerdo agradecido, vital, dinámico, recuerdo que se les convirtió en “manantial de agua fresca y viva que no se agota”. La expresión “dios” se les quedó pequeña, no expresaba todo lo acontecido en la vida-muerte-pascua de Jesús, les “estalló” en el corazón y en la boca. Querían expresar lo nuevo y no lo podían hacer con palabras gastadas, usadas… y mal-gastadas. Por otra parte, querían comunicar lo que ardía dentro de ellos y no tenían más remedio que usar palabras y no quedarse gesticulando. No podían quedarse callados.

Tuvieron que pelear con el lenguaje y ser creativos. Todo lo vivido les daba una profunda experiencia de armonía interior, de unicidad, de coherencia vital (“de verdad plena” en el lenguaje de Juan en el evangelio). Estaban arraigados en la fe de Israel, en la fe en el Dios Uno y Único, fe en el Dios de Abraham, Isaac Jacob, fe en el Dios de Sara, Rebeca, Raquel y Lea… que es un Dios de Vivos y no de muertos. Experimentan al Dios único pero no un Dios solitario.

Jesús. durante toda su vida. se vivió arraigado como Hijo en las entrañas del Padre Compasivo, Dios único pero no apático. Arraigado en un Dios que hace alianza, que se comunica, que se expresa, que siente… y en ese Dios, Fuente de Vida, Jesús encontró siempre su Consuelo y Fortaleza. Los seguidores de Jesús con una osadía insospechada, “abrieron una fisura en las entrañas del Compasivo”. No olvidemos que están peleando con las palabras, que están forcejeando con el lenguaje pues lo nuevo no se puede decir con lo viejo. Lo nuevo acontecido en Jesús no es más de lo mismo, es Manantial y Fuente de Vida.

Con osadía confiesan que ese Jesús, el que acariciaba a los niños, que lloraba por la muerte del amigo, que se conmovía ante la soledad de la viuda… ese y no otro es el regalo del Padre, es el Hijo del Dios Vivo. No pretenden elucubrar, pretenden confesar que el amor del Padre “ha sido derramado en nuestros corazones” (segunda lectura), que el Dios Único desborda Misericordia y Compasión en nuestros corazones. Un Dios que derrama amor no es un Dios solitario. Jesús es la sabiduría de Dios, el intérprete de Dios (primera lectura), el que nos ha contado con su vida que Dios es Amor y sólo Amor.

El Padre y el Hijo nos dan su Espíritu Santo, nos hacen de su familia, nos dan su “aire” de cercanía, de ternura, de fortaleza. Su Espíritu de sabiduría nos llena de gozo y alegría (primera lectura).

Decir Trinidad Santa, decir que Dios es Padre, Hijo y Espíritu, que es Comunidad de Amor ¿es un mero “dogma”? ¿es un anacronismo? ¿es una ociosidad teológica? ¿es una mera consideración piadosa? No será está confesión de fe la radical novedad en la percepción de Dios que nosotros podemos neutralizar porque es un modo de decir que Dios es Compasivo y sólo Compasivo y que no podamos utilizar su Santo Nombre para lastimar a sus criaturas. ¡Cuidado con la palabra “dios a secas” que hoy no dice gran cosa!

Toni Catalá SJ