Curad a los enfermos que haya

Décimo cuarto domingo (Lc 10:1-12.17-20)

Jesús invita al seguimiento radical. Lo celebrábamos el domingo pasado, enlazar. Invita porque percibe la urgencia de anunciar que está llegando el Reino de Dios, Jesús se vive desde un Dios cercano a su pueblo y esa cercanía pasa por hombres y mujeres capaces de salir de sí mismos para aproximarse a los que necesitan una palabra y un gesto de consuelo y de pacificación. “Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las acariciaran…” Ese el deseo de nuestro Dios, según Isaías (primera lectura). Esa sigue siendo nuestra misión como seguidores y seguidoras de Jesús: cercanía, cercanía y cercanía al que necesita un gesto de aliento y consuelo.

Jesús invita y envía. Nos invita y envía hoy a anunciar que Dios es Fuente de Vida y por eso manda imperativamente curar a todos los enfermos que haya. Este mandato nos puede resultar extraño y sorpresivo. Estamos educados en un cristianismo de ideas, conceptos, leyes, normas, rubricas, cautelas, preceptos, imperativos, exigencias… y el evangelio es sanación, alivio, reconciliación, pacificación, recuperación… y a eso nos manda Jesús: a curar toda enfermedad que bloquea, que debilita, que anula, que nos atrofia como criaturas con vocación de Hijos e Hijas.

Tenemos que adentrarnos con Jesús por el camino de la liberación y de la sanación. No acabamos de persuadirnos que Jesús fue percibido fundamentalmente como un “hombre de hechos”, como un hombre con una tremenda capacidad de alivio, como un hombre junto al cual los pobres, carentes, disminuidos, abatidos, respiraban. Seguimos anclados en un Jesús Maestro, que lo era; en un Jesús “Predicador”, que lo era; en un Jesús “Profeta”, que lo era; en un Jesús con aire de “Mesías”, que lo era aunque no le gustaba que se dijera, y nos cuesta más, porque implica más, percibir y vivir con un Jesús que cura, sana, acoge.

“Veía a satanás caer del cielo como un rayo”. Estas palabras tan extrañas y tan de resonancias míticas, son palabras del mismo Jesús por mucho que nos sorprenda. Para Jesús suponen que “Satanás”, “el padre de la mentira y principio de todo crimen” (Jn 8,44) empieza a perder fuerza, a ser derrotado. No nos engañemos los cristianos del siglo XXI: es verdad que no estamos para creer con señores “con rabo y cuernos” pero lo que es obvio que nuestro mundo es mentiroso y criminal, y no una mentira y crimen “metafísicos” sino mentiras y crímenes bien concretos que siempre los sufren las criaturas más vulnerables. Por eso nuestra gloria es el Cristo vulnerable (segunda lectura)

Para Jesús el Reino de Dios es situarse en el mundo sin hacerle el juego a la mentira y al crimen -criminal es lastimar a las criaturas de Dios- situarse de tal modo que sigamos construyendo espacios de pacificación y de sanación. Está en nuestras manos seguir construyendo esos espacios que serán como el grano de mostaza en la gran ciudad, seguir construyendo dinámicas solidarias con gestos tan pequeños como la pequeña ofrenda de la viuda del evangelio… (¿qué pretendemos en el Centro Arrupe, si no es esto?) Esos espacios resistentes son evangelio vivo y en esos espacios y gestos vemos hoy cómo podemos seguir viviendo el Evangelio.

Toni Catalá SJ