Como yo os he amado

Quinto domingo de Pascua  (Jn 13,31-35)

Jesús no pide nada para sí, su vida ha sido servicio y sólo servicio. El jueves Santo celebramos, no perdamos memoria, que el Maestro y el Señor se abaja para “lavar los pies”. En Jesús, Dios se expresa no como un Amo que está arriba exigiendo y legitimando verticalidades asfixiantes sino que está abajo sustentando, horizontalizando, dándonos la posibilidad de mirarnos a los ojos cara a cara y descubrirnos como hermanos y hermanas.

La coherencia, lealtad y fidelidad, de Jesús es hasta el final. Hemos celebrado y hecho memoria de que es el Buen Pastor que no huye, que no nos abandona, que ama hasta el extremo. En este momento de la verdad, en que se está manifestando “la gloria de Dios”, Jesús no pide nada para sí, no nos dice “ahora os pido que me queráis, ahora os pido que no os olvidéis de mí, ahora os pido me retengáis… que me guardéis rodeado de velas, flores e inciensos”. En este momento decisivo, la Hora, tan sólo nos dice “os pido, os mando que os améis, que os queráis entre vosotros”. Mas gratuidad, desprendimiento y generosidad, imposible.

Jesús nos quiere libres para el servicio a los hermanos y hermanas, no quiere ataduras ni dependencias y menos atarnos y depender de él. Esta posibilidad que nos da de vivir en libertad y de experimentar que cuanto más nos acercamos a él más libres nos hace para servir, para ceder la vida, para generar espacios de respiro, será el don de su Espíritu… ya llegará Pentecostés.

Ya nos estamos acercando a la gran fiesta del Espíritu de libertad. Jesús no es una reliquia, no es una elaboración académica, no es una proyección de nuestras ensoñaciones sino que es el que lo “hace todo nuevo” (segunda lectura). Lo nuevo es la posibilidad de descubrir que amando con libertad y ternura, enjugando lágrimas, haciendo duelo con los dolientes, nos lo encontramos “acampado” entre nosotros, ahí es donde lo encontramos. El cielo nuevo y la tierra nueva van viniendo en la medida en que la provocamos no haciendo el juego a lo viejo como es el dominio, los intereses de autoafirmación caiga quien caiga.

Nos pide querernos como él nos ha querido, amarnos como él nos ha amado. Este mandato, esta petición no es un imposible porque es un don que se nos concede a poco que lo deseemos sinceramente. El problema es de sinceridad para con el Dios de la Vida y para con nosotros mismos. ¿Deseamos de corazón que nuestra vida sea un regalo para los que nos rodean?

Amarnos como Jesús nos amó es ceder, soltar, dar la vida. No olvidemos que el origen de toda violencia se encuentra en donde hay una persona o grupo que quiere defender los suyo caiga quien caiga. Qué pena que la comunidad cristiana muchas veces sea una colisión de egos incapaces de “ceder”, de “soltar”… a favor del otro. La grandeza de las primeras comunidades no se encuentra en que no tuvieran conflictos, sino en que fueron capaces en “ceder” en costumbres, ritos, persuasiones ancestrales en favor de los de fuera de la casa de Israel, de los gentiles (primera lectura). Gracias a que cedieron nosotros hoy celebramos al Señor Jesús.

Toni Catalá SJ